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1. El peregrino de Compostela

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pequeño favor de los dioses, como si fuese un episodio para recordar el

resto de la vida.

»Al mismo tiempo, como para nosotros todas las cosas son una

novedad, uno vislumbra sólo su belleza y se siente más feliz de estar vivo.

Por eso la peregrinación religiosa siempre fue una de las maneras más

directas de poder llegar a la iluminación. La palabra pecado viene de pecus,

que significa pie defectuoso, pie incapaz de recorrer un camino. La forma

de corregir el pecado es andando siempre hacia delante, adaptándose a las

situaciones nuevas y recibiendo a cambio los miles de bendiciones que la

vida generosamente da a quienes las solicitan.

—¿Crees que podría estar preocupado por media docena de proyectos

que dejé de realizar para estar aquí, contigo?

Petrus miró alrededor y mis ojos acompañaron su mirada. En lo alto de

una montaña pastaban algunas cabras. Una de ellas, la más audaz, estaba

sobre una pequeña saliente de una roca altísima y yo no entendía cómo

había llegado hasta allá y cómo podría regresar; pero, mientras pensaba

esto, la cabra saltó y, pisando en puntos para mí invisibles, volvió junto a

sus compañeras. Todo en derredor reflejaba una paz nerviosa, la paz de un

mundo al que aún le faltaba mucho por crecer y crear, y que sabía que para

ello era preciso seguir caminando, siempre caminando. Aun cuando a veces

un gran terremoto o una tempestad asesina me provocaran la sensación de

que la naturaleza era cruel, me di cuenta de que éstas eran las vicisitudes del

camino. También la naturaleza viajaba en busca de la iluminación.

—Estoy muy contento de estar aquí —dijo Petrus—, porque el trabajo

que dejé de hacer ya no importa, y los trabajos que realizaré después de esto

serán mucho mejores.

Cuando leí la obra de Carlos Castaneda, deseé mucho encontrar al

anciano brujo indio, Don Juan. Al ver a Petrus mirando las montañas, me

pareció estar con alguien muy parecido.

La tarde del séptimo día llegamos a lo alto de un monte, luego de

atravesar un bosque de pinos. Allí Carlomagno oró por primera vez en suelo

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