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Las invocaciones, el control casi absoluto de la materia, la
comunicación con los otros mundos, todo aquello era mucho más
interesante que las Prácticas de RAM. Es posible que las Prácticas tuviesen
una aplicación más objetiva en mi vida; sin duda yo había cambiado mucho
desde que empecé a recorrer el Extraño Camino de Santiago. Gracias a la
ayuda de Petrus había descubierto que el conocimiento adquirido podía
hacerme escalar cascadas, vencer Enemigos y conversar con el Mensajero
sobre cosas prácticas y objetivas. Había conocido el rostro de mi Muerte y
el Globo Azul del Amor que Devora, inundando el mundo entero.
Estaba listo para librar el Buen Combate y hacer de la vida una serie de
victorias.
No obstante, una parte escondida de mí aún sentía nostalgia de los
círculos mágicos, de las fórmulas trascendentales, del incienso y de la Tirita
Sagrada. Lo que Petrus había llamado «un homenaje a los Antiguos», había
sido para mí un contacto intenso y nostálgico con viejas lecciones
olvidadas, y la simple posibilidad de que tal vez nunca más pudiese acceder
a ese mundo me dejaba sin ánimos de proseguir.
Cuando volví al hotel, después del Ritual de la Tradición, encontré junto
a mi llave la Guía del peregrino, un libro que Petrus utilizaba para los
puntos donde las señales amarillas eran menos visibles y para que
pudiésemos calcular la distancia entre una ciudad y otra. Dejé Ponferrada
esa misma mañana —sin dormir— y seguí el Camino.
La primera tarde descubrí que el mapa no estaba a escala, lo que me
obligó a pasar una noche a la intemperie, en un refugio natural de roca.
Allí, meditando sobre todo lo que me había sucedido desde el encuentro
con madame Lawrence, no podía borrar de mi mente el esfuerzo insistente
de Petrus por hacerme entender que, al contrario de lo que siempre nos
habían enseñado, lo importante eran los resultados. El esfuerzo era
saludable e indispensable, pero sin los resultados no significaba nada, y el
único resultado que podía esperar de mí mismo y de todo aquello que había
pasado era encontrar mi espada, lo que no había sucedido hasta ahora, y
faltaban pocos días de caminata para llegar a Santiago.