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—Así es. Las cosas en esta vida duran muy poco.
Le dije que la noche anterior había sido muy duro al juzgar a las
personas de la fiesta. Petrus se sorprendió. Afirmó que lo que habíamos
conversado era ni más ni menos lo que nosotros mismos habíamos ya
experimentado en nuestras vidas. Todos corremos en busca de Eros, y
cuando Eros quiere transformarse en Filos, nos parece que el Amor es
inútil. Sin darnos cuenta de que Filos es quien nos conducirá hasta la mayor
forma de amor, Ágape.
—Háblame más de Ágape —le pedí.
Petrus respondió que Ágape no podía ser descrito con palabras, era
necesario vivirlo. Si tuviera la oportunidad, me mostraría esa misma tarde
uno de los rostros de Ágape, pero para ello era preciso que el universo se
comportase como en el ejercicio de la pesca: colaborando para que todo
transcurriese bien.
—El Mensajero ayuda, pero hay algo que está más allá de su dominio,
de sus deseos y de ti mismo.
—¿Qué es?
—La chispa divina. Lo que la gente llama Suerte.
Cuando el sol descendió un poco, reanudamos la caminata. La Ruta
Jacobea atravesaba algunas viñas y campos cultivados, completamente
desiertos a esa hora del día. Cruzamos la carretera principal —también
desierta— y volvimos al monte. A la distancia vislumbraba el pico de San
Lorenzo, el punto más alto del reino de Castilla. Muchas cosas habían
cambiado en mí desde que vi a Petrus por primera vez, cerca de Saint-Jean-
Pied-de-Port. Brasil, los asuntos pendientes, se habían borrado casi por
completo de mi mente. Lo único vivo era mi objetivo, discutido todas las
noches con Astrain, que cada vez aparecía más nítido ante mis ojos.
Siempre lo veía sentado junto a mí; me di cuenta de que tenía un tic
nervioso en el ojo derecho y de que solía sonreír con desdén cuando yo
repetía algunas cosas para asegurarme de que había entendido. Hace
algunas semanas —sobre todo en los primeros días—, llegué a temer que