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inmediato su nombre mediante telepatía. De no ser así, insista hasta
que consiga saber este nombre y sólo entonces inicie las
conversaciones. Cuanto más se repita el Ritual, más fuerte será la
presencia del Mensajero y más rápidas serán sus acciones.
—Espera la noche para realizarlo, porque es más fácil. Hoy, en tu
primer encuentro, él te revelará su nombre. Este nombre es secreto y jamás
debe conocerlo nadie, ni yo. Quien sepa el nombre de tu Mensajero, puede
destruirlo.
Petrus se levantó y comenzamos a caminar. En poco tiempo llegamos al
campo donde los campesinos trabajaban la tierra. Nos dijimos «buenos
días» y seguimos caminando.
—Si tuviera que utilizar una imagen, diría que el ángel es tu armadura y
el Mensajero, tu espada. Una armadura protege en cualquier circunstancia,
pero una espada puede caer en medio de un combate, matar a un amigo o
volverse contra el propio dueño. Una espada sirve para casi todo, menos
para sentarse en ella —dijo, soltando una sonora carcajada.
Nos detuvimos en una aldea para almorzar y el muchacho que nos
atendió estaba visiblemente de mal humor. No respondía a nuestras
preguntas, nos sirvió la comida de mal modo y al final derramó un poco de
café en las bermudas de Petrus. Entonces vi cómo mi guía se transformaba:
enfurecido, fue a llamar al dueño mientras despotricaba contra la falta de
educación del muchacho. Terminó yendo al baño a ponerse las otras
bermudas, mientras el dueño lavaba la mancha de café y tendía la pieza
para que se secara.
Mientras esperábamos que el sol de las dos de la tarde cumpliese su
papel en las bermudas de Petrus, pensaba en todo lo que habíamos platicado
por la mañana. Es verdad que la mayoría de lo que Petrus dijo sobre el niño
coincidía. Además, tuve la visión de un desierto y un rostro. Pero esa
historia del Mensajero me parecía muy primitiva, estábamos en pleno siglo