08.11.2021 Views

1. El peregrino de Compostela

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

que no, y explicó que el frío era porque habíamos llegado al punto más alto

del trayecto en las montañas.

No habíamos andado más de quinientos metros cuando, tras bordear una

curva del camino, el mundo cambió de repente. Una gigantesca planicie

ondulada se extendía ante nosotros, a la izquierda, en el camino de bajada, a

menos de doscientos metros de nosotros, un lindo pueblecito con sus

humeantes chimeneas nos esperaba.

Comencé a caminar más rápido, pero Petrus me detuvo.

—Creo que es el mejor momento de enseñarte la Segunda Práctica de

RAM —dijo, sentándose en el suelo e indicándome que hiciera lo mismo.

Me senté de mala gana. La vista del pueblecito con sus chimeneas

humeantes me había perturbado bastante. De repente me di cuenta de que

llevábamos una semana entre los matorrales, sin ver a nadie, durmiendo a la

intemperie y caminando todo el día. Se acabaron mis cigarrillos y me vi

obligado a fumar el horrible tabaco enrollado que Petrus usaba. Dormir

dentro de un saco y comer pescado desabrido me gustaba mucho cuando

tenía veinte años, pero allí, en el Camino de Santiago, era algo que exigía

mucha resignación de mi parte.

Esperé impaciente a que Petrus acabara de preparar y fumar su cigarro

en silencio, mientras soñaba con el calor de un vaso de vino en el bar que

podía ver a menos de cinco minutos de caminata.

Petrus, bien abrigado con su suéter, permanecía tranquilo y miraba

distraídamente la inmensa planicie.

—¿Qué tal la travesía por los Pirineos? —preguntó, luego de un rato.

—Muy bien —respondí, sin querer alargar la conversación.

—Debe haber estado muy bien, puesto que tardamos seis días en hacer

lo que se pudo haber hecho en sólo uno.

No creí lo que estaba diciendo. Tomó el mapa y me mostró la distancia:

17 kilómetros. Incluso caminando despacio por las subidas y bajadas ese

camino pudo haberse andado en seis horas.

—Estás tan obcecado por llegar a tu espada que te olvidas de lo más

importante: es necesario caminar hasta ella. Por mirar fijamente hacia

Santiago —que no puedes ver desde aquí— no te diste cuenta de que

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!