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transmitir la enfermedad. Petrus y la vieja discutieron con el herrero, pero él
se mostraba inflexible. En algún momento, llegó a afirmar que había visto
salir un hilo de espuma por las comisuras de mi boca mientras dormía.
No hubo argumento capaz de convencerlo de que todos, cuando
dormimos, podemos experimentar el mismo fenómeno.
Esa noche, la vieja y mi guía permanecieron largo tiempo haciendo
oración, con las manos extendidas sobre mi cuerpo, y, al día siguiente,
renqueando un poco, ya estaba de nuevo en el Extraño Camino de Santiago.
Pregunté a Petrus si llegó a sentirse preocupado por mi recuperación.
—Hay una regla en el Camino de Santiago de la cual no te hablé antes
—respondió—, que es la siguiente: una vez iniciado, la única disculpa para
interrumpirlo es por causa de enfermedad. Si no fueras capaz de resistir las
heridas y continuaras con fiebre, eso sería un presagio de que nuestro viaje
tendría que detenerse allí.
Pero dijo, con cierto orgullo, que sus oraciones habían sido escuchadas
y tuve la certeza de que ese valor era tan importante para él como para mí.
Ahora el camino sería siempre de bajada y Petrus me anunció que así
continuaría durante más de dos días. Habíamos vuelto a andar a nuestro
ritmo habitual, con la siesta cada tarde, a la hora en que el sol era más
fuerte. Debido a mis vendajes, él cargaba mi mochila; ya no había tanta
prisa: la cita se había cumplido.
Mi estado de ánimo mejoraba a cada momento y estaba bastante
orgulloso de mí: había escalado una cascada y derrotado al demonio del
Camino. Ahora sólo faltaba la tarea más importante: encontrar mi espada.
Se lo comenté a Petrus.
—La victoria fue bonita, pero fallaste en lo más importante —dijo,
lanzándome un verdadero balde de agua fría.
—¿En qué?
—En saber el momento exacto del combate. Tuve que caminar más
rápido, andar a marcha forzada, y todo lo que se te ocurría pensar era que
estábamos buscando tu espada. ¿De qué sirve una espada si el hombre no
sabe dónde va a encontrar a su enemigo?
—La espada es mi instrumento de poder —respondí.