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1. El peregrino de Compostela

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Todo lo que Petrus estaba diciendo había pasado en mi combate con el

perro. Al mismo tiempo, rechazaba la idea de tener enemigos y verme

obligado a combatir contra ellos. Cuando Petrus se refería al Buen Combate

siempre creí que estaba hablando de la lucha por la vida.

—Tienes razón, pero el Buen Combate no es sólo eso. Guerrear no es

un pecado —dijo después de expresarle mis dudas—. Guerrear es un acto

de amor. El enemigo nos hace crecer y nos perfecciona, como el perro hizo

contigo.

—Sin embargo, parece que nunca estás satisfecho. Siempre falta algo.

Ahora me hablas del secreto de mi espada.

Petrus dijo que esto era algo que debía saber antes de iniciar la caminata

y continuó hablando del Enemigo.

—El enemigo es una parte de Ágape y está allí para poner a prueba

nuestra mano, nuestra voluntad, el manejo de la espada. Fue colocado en

nuestras vidas —y nosotros en la de él— con un propósito. Este propósito

tiene que ser satisfecho, por eso huir de la lucha es lo peor que nos puede

suceder. Es peor que perder la lucha, porque de la derrota siempre podemos

aprender algo, pero con la huida, lo único que logramos es declarar

victorioso a nuestro enemigo.

Dije que me sorprendía oír a Petrus, quien parecía tener un lazo tan

fuerte con Jesús, hablando de violencia en aquella forma.

—Piensa en la necesidad que Jesús tenía de Judas —dijo—. Tenía que

escoger un enemigo o su lucha en la tierra no podría ser glorificada.

Las cruces de madera en el camino mostraban cómo se había construido

aquella gloria: con sangre, traición y abandono. Me levanté y dije que

estaba listo para reiniciar la caminata.

Mientras caminaba, pregunté cuál era el punto más fuerte en que un

hombre podía apoyarse para vencer al enemigo en una lucha.

—Su presente. El hombre se apoya mejor en lo que está haciendo ahora,

porque ahí está Ágape, las ganas de vencer con entusiasmo.

»Y quiero dejar otra cosa bien clara: el enemigo rara vez representa el

mal. El mal está siempre presente porque una espada sin uso termina

oxidándose en la vaina.

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