You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Maestre diciendo con insistencia que había una espada por conseguir.
Necesitaba resistir un minuto más. No debía matar a aquel perro.
Miré de inmediato al pastor. Su mirada confirmó lo que estaba
pensando. Ahora él estaba más asustado conmigo que con el perro.
Comencé a sentirme mareado y el paisaje giraba a mi alrededor No
podía desmayarme. Si me desmayara ahora, Legión me habría vencido.
Tenía que hallar una solución. Ya no estaba luchando contra un animal, sino
contra una fuerza que me había poseído. Sentí que mis piernas flaquearon y
me apoyé en una pared, pero cedió por mi peso. Entre piedras y pedazos de
madera, caí de boca.
La Tierra. Legión era la tierra, los frutos de la tierra. Los frutos buenos
y malos de la tierra, pero la tierra al fin. Ésa era su casa y desde allí
gobernaba o era gobernada por el mundo. Ágape explotó dentro de mí y
clavé con fuerza mis uñas en la tierra. Di un aullido, semejante al que oí la
primera vez que el perro y yo nos encontramos. Sentí que Legión pasaba
por mi cuerpo y bajaba a la tierra, porque dentro de mí había Ágape, y
Legión no quería ser consumida por el Amor que Devora. Ésa era mi
voluntad, la voluntad que me hacía luchar con el resto de mis fuerzas contra
el desmayo, la voluntad de Ágape fija en mi alma, resistiendo. Mi cuerpo
entero tembló.
Legión bajaba con fuerza hacia la tierra. Comencé a vomitar pero sentía
que era Ágape creciendo y saliendo por todos mis poros. Mi cuerpo
continuó temblando hasta que, después de mucho tiempo, sentí que Legión
había vuelto a su reino.
Lo noté cuando el último vestigio de ella pasó por mis dedos. Me senté
en el suelo, herido y lastimado, y vi una escena absurda ante mis ojos: un
perro sangrando y moviendo la cola, y un pastor asustado, mirándome.
—Debe haber sido algo que comió —dijo el pastor, que no quería creer
todo lo que había visto—. Pero ahora que vomitó se le va a pasar.
Asentí con la cabeza. Me agradeció por haber contenido a «mi» perro y
siguió caminando con sus ovejas.
Petrus apareció y no dije nada. Cortó un pedazo de su camisa e hizo un
torniquete en mi pierna, que sangraba mucho. Me pidió que moviese todo el