08.11.2021 Views

1. El peregrino de Compostela

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Un cordero perdido subió el monte y se colocó entre la cruz y yo. Me

miró un poco asustado. Durante mucho tiempo me quedé mirando el cielo

casi negro, la cruz y el cordero blanco a sus pies. Entonces sentí de una vez

por todas el cansancio de todo ese tiempo de pruebas, de luchas, de

lecciones y de caminata.

Sentí un terrible dolor en el estómago, que comenzó a subir por la

garganta hasta transformarse en sollozos secos, sin lágrimas, ante aquel

cordero y aquella cruz. Una cruz que no necesitaba poner en pie, porque allí

estaba ante mí, resistiendo al tiempo, solitaria e inmensa. Mostraba el

destino que el hombre había dado, no a Dios sino a sí mismo. Todas las

lecciones del Camino de Santiago comenzaron a volver a mi cabeza,

mientras sollozaba ante el testimonio solitario de aquel cordero.

—Señor —dije, al lograr finalmente rezar—. No estoy clavado en esta

cruz y tampoco te veo allí. Esta cruz está vacía y así debe permanecer para

siempre, porque el tiempo de la Muerte ya pasó y ahora un dios resucita en

mí. Esta cruz era el símbolo del Poder infinito que todos tenemos, clavado y

muerto por el hombre. Ahora este Poder renace a la vida, el mundo está

salvo y yo soy capaz de obrar sus Milagros. Porque recorrí el camino de las

personas comunes y en ellas encontré Tu propio secreto.

—También tú recorriste el camino de las personas comunes. Viniste a

enseñar todo lo que éramos capaces de hacer y no quisimos aceptarlo. Nos

mostraste que el Poder y la Gloria estaban al alcance de todos y esta súbita

visión de nuestra capacidad fue demasiado para nosotros.

—Te crucificamos no porque fuéramos ingratos con el hijo de Dios,

sino porque teníamos mucho miedo de aceptar nuestra propia capacidad.

—Te crucificamos con miedo de transformarnos en dioses. Con el

tiempo y con la tradición, volviste a ser apenas una divinidad distante y

retornamos a nuestro destino de hombres.

»No hay ningún pecado en ser feliz. Media docena de ejercicios y un

oído atento bastan para conseguir que un hombre realice sus sueños más

imposibles.

»Por culpa de mi orgullo de la sabiduría, me hiciste recorrer el camino

que todos podían andar y descubrir lo que todos ya saben, si han prestado

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!