Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Los Vicios Personales
ESTÁBAMOS en un campo inmenso, un campo de trigo plano y
monótono que se extendía por todo el horizonte. El único detalle que
rompía el tedio del paisaje era una columna medieval rematada por una
cruz, la cual, marcaba el camino de los peregrinos. Al llegar frente a la
columna, Petrus dejó la mochila en el suelo y se arrodilló. Pidió que hiciese
lo mismo.
—Vamos a rezar. Vamos a rezar por la única cosa que derrota a un
peregrino una vez que ha encontrado su espada: los vicios personales. Por
más que él aprenda con sus Grandes Maestros cómo manejar el acero, una
de sus manos será siempre su peor enemigo. Vamos a rezar para que, en
caso de que consigas tu espada, la sostengas siempre con la mano que no te
colma de oprobio.
Eran las dos de la tarde. No se oía un solo ruido y Petrus comenzó:
»Tened piedad, Señor, porque somos peregrinos camino a Compostela,
y esto puede ser un vicio. Haced en vuestra infinita piedad que jamás
consigamos volver el conocimiento contra nosotros mismos.
»Tened piedad de los que tienen piedad de sí mismos y se creen buenos
y desfavorecidos por la justicia de la vida, porque no merecían las cosas que
les sucedieron —pues jamás conseguirán librar el Buen Combate—. Y
tened piedad de los que son crueles consigo mismos y sólo ven maldad en
los propios actos, y que se consideran culpables por las injusticias del
mundo, porque éstos no conocen tu ley que dice: “aun los cabellos de tu
cabeza están contados”.