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1. El peregrino de Compostela

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Una muchacha frente a nosotros nos miraba fijamente. Tendría la mitad

de nuestra edad. Petrus levantó el vaso de vino y se lo brindó a ella. La

muchacha se rió, apenada, y con un gesto señaló a sus padres, casi

disculpándose por no acercarse más.

—Éste es el lado bello del amor —dijo—. El amor que desafía, el amor

de dos extraños mayores que ella, que vinieron de lejos y mañana se irán, a

un mundo que a ella también le gustaría recorrer.

Percibí por la voz de Petrus que el vino se le había subido un poco.

—¡Hoy vamos a hablar de Amor! —dijo mi guía, en un tono un poco

más alto—. ¡Vamos a hablar de este amor verdadero, que está siempre

creciendo, moviendo al mundo y haciendo al hombre sabio!

Una mujer cerca de nosotros, bien vestida, parecía no estar prestando

ninguna atención a esta fiesta. Iba de mesa en mesa arreglando los vasos,

los platos y los cubiertos.

—Fíjate en esa señora —dijo Petrus—, que no deja de acomodar las

cosas. Como te dije antes, Eros tiene muchos rostros, y éste también es uno

de ellos. Es el amor frustrado, que se realiza en la infelicidad ajena. Besa al

novio y a la novia, pero por dentro murmurará que no fueron hechos el uno

para el otro. Está tratando de colocar el mundo en orden porque en ella

misma no hay orden. Y ése —señaló a otra pareja, la mujer exageradamente

maquillada y con el cabello muy arreglado es el Eros aceptado. El Amor

social, sin el menor vestigio de emoción. Ella aceptó su papel y cortó todos

los lazos con el mundo y el Buen Combate.

—Estás siendo muy amargo, Petrus. ¿No hay nadie aquí que se salve?

—Claro que sí; la muchacha que nos miró. Los adolescentes que están

bailando y que sólo conocen el Eros Bueno. Si no se dejan influir por la

hipocresía del Amor que dominó a la generación pasada, el mundo será

otro, con toda seguridad.

Señaló a una pareja de ancianos, sentados en una mesa.

—Y aquellos dos también. No se dejaron contagiar por la hipocresía,

como muchos otros. Por la apariencia debe ser una pareja de labradores. El

hambre y la necesidad los obligó a trabajar juntos. Aprendieron las

Prácticas que tú estás conociendo sin oír hablar nunca del RAM, porque

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