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Paulo Freire

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la conclusión. Por lo tanto, para la educación, por la cual pueden superar lo que<br />

son (incompletos, inconclusos e inacabados) e ir hacia lo que quieren ser (plenos,<br />

concluidos y acabados).<br />

De acuerdo con la teoría freiriana, la naturaleza humana puede ser<br />

identificada también por la esperanza: “Es también en la inconclusión (en<br />

que nos volvemos conscientes y nos insertamos en el movimiento permanente<br />

de búsqueda) que se basa la esperanza” (FREIRE, 1997, p. 64). A propósito,<br />

citándose a sí mismo en este texto, <strong>Freire</strong> vuelve a recordar y refuerza esta última<br />

dimensión de la especificidad de la ontología humana: “No soy esperanzado<br />

por pura necedad, sino por imperativo existencial e histórico” (FREIRE, 1992,<br />

p. 10). Y en la citación de sí mismo, substituye la expresión “imperativo<br />

existencial e histórico” por “exigencia ontológica”, lo que refuerza la idea de que<br />

su concepción de educación proviene de su concepción respecto a la singularidad<br />

(esperanzada) de la naturaleza humana.<br />

En la perspectiva del educador pernambucano, la educación es también<br />

dialógica-dialéctica, porque es una relación entre educando, educador y el<br />

mundo, en el círculo de cultura, que debe substituir al aula en el caso de<br />

la educación escolarizada. Y, al contrario de la “educación bancaria”, el (la)<br />

educador(a) no es la mediación entre el conocimiento y el (la) propio(a)<br />

educando(a). “Ya ahora nadie educa a nadie y tampoco nadie se educa a sí<br />

mismo: los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo”<br />

(FREIRE, 1978, p. 79). En esta cita, se entiende toda la riqueza de la concepción<br />

freiriana de educación. En primer lugar, a pesar de la doble negativa “nadie<br />

educa a nadie”, el(la) educador(a) es importante en la medida que “tampoco<br />

nadie se educa a sí mismo”. Por lo tanto, el acto educacional es una relación de<br />

“do-discencia” —neologismo creado por <strong>Freire</strong> para expresar la simultaneidad<br />

y la mutualidad del enseñar/aprender/enseñar—, en que el educador(a) y<br />

educando(a) son sujetos estratégicos del proceso, en el cual el aprendizaje es<br />

el “principio fundador” del enseñar, y no al contrario. En segundo lugar, la<br />

pedagogía de <strong>Freire</strong> invierte la relación verticalista de la “educación bancaria”,<br />

que establece la primacía del(la) profesor(a) sobre el(la) estudiante, del enseñar<br />

sobre el aprender, de la comunicación del saber docente sobre el proceso<br />

de reconstrucción colectiva de los saberes de los(as) educandos(as) y del(la)<br />

educador(a). Finalmente se vale de otro neologismo, “mediatizados” —para no<br />

ser confundido con los diversos sentidos prestados al término “mediar”—, para<br />

enfatizar que la mediación no se da entre el(la) alumno(a) y el conocimiento,<br />

por medio del(la) profesor(a) , que actuaría como una especie de puente, sino<br />

entre ambos y el mundo. Así, la educación presenta una doble dimensión:<br />

política y gnoseológica. La dimensión política es la lectura del mundo, y<br />

la dimensión gnoseológica es la lectura de la palabra, de los conceptos, de<br />

las categorías, de las teorías, de las disciplinas, de las ciencias, en fin, de las<br />

elaboraciones humanas formuladas anteriormente. La dimensión política da<br />

los fundamentos de la dimensión gnoseológica (del conocimiento).<br />

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