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Paulo Freire

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comprensión, que se realiza por la acción intencional de construir unidades<br />

temáticas significativas mediante el proceso de “codificación” y “decodificación”<br />

de la realidad. Situado en el mundo, relacionándose con la naturaleza, con los<br />

otros y consigo mismo, el ser humano toma conciencia de la realidad que lo<br />

cerca y desarrolla al mismo tiempo, la conciencia de sí, la autoconciencia. Su<br />

relación con el mundo es al mismo tiempo familiar y problemática. Familiar<br />

porque el hombre se encuentra en casa en su mundo lingüístico; problemática,<br />

porque es exactamente en ese mundo donde aflora lo que es extraño y que busca<br />

comprender. El surgimiento y el desarrollo de la conciencia y del conocimiento<br />

tienen así un carácter eminentemente histórico existencial que vincula la vida<br />

al mundo. Como afirma <strong>Freire</strong>, “sería incomprensible si la conciencia de mi<br />

presencia en el mundo no significara ya la imposibilidad de mi ausencia en la<br />

construcción de la propia presencia” (FREIRE, 1996, p. 19). En ese sentido, la<br />

biografía aparece como el elemento revelador del proceso de comprensión en<br />

la medida que expone el significado de la existencia en el mundo. Así, todo lo<br />

que es significativo, todo lo que el hombre toca y todo lo que toca al hombre<br />

—su cuerpo, sus emociones, sus deseos, sus actos, sus pensamientos— trae<br />

la marca de la historicidad. Por eso, un aspecto central en la obra de <strong>Freire</strong><br />

está contenido en la tesis de que “la lectura del mundo precede a la lectura<br />

de la palabra” (FREIRE, 2008, p. 11). Aquí el círculo hermenéutico de la<br />

comprensión se explicita en la relación autorreferencial que une el mundo a<br />

la palabra y la palabra al mundo. Si, por un lado, la “lectura del mundo” se<br />

convierte en la condición de posibilidad de la lectura de la palabra, por otro<br />

lado, es la propia palabra la que permite decir el mundo. De ese modo, la<br />

palabra solamente puede instaurar el mundo del ser humano en la medida que<br />

el propio ser humano atribuye significado al mundo, en un constante proceso<br />

de “desvelamiento” de la realidad. En su historicidad radical, la comprensión<br />

se realiza como una fusión de horizontes, y su quehacer se constituye como<br />

historia de efectos, a partir de la propia acción.<br />

Otro tema hermenéutico central en la obra de <strong>Freire</strong> está asociado al<br />

concepto de comprender, definido a partir del juego dialógico entre pregunta y<br />

respuesta (GADAMER, 1960, p. 283). La estructura dialéctica de la pregunta<br />

y de la respuesta caracteriza la propia dialogicidad y se realiza como experiencia<br />

cognoscitiva en la medida que toma como punto de partida la suspensión de<br />

los juicios y demanda una apertura al saber del otro. También para <strong>Freire</strong>,<br />

la comprensión siempre remite a la experiencia existencial con la alteridad<br />

(GADAMER, 1960, p. 340). Así, la propia descripción del universo temático<br />

también llamado temática significativa en que surgen los temas generadores,<br />

tiene un carácter eminentemente ético y estético (ver fichas decencia y boniteza).<br />

Al proceso de descubrimiento y construcción de los temas generadores, los<br />

educadores llegan solo a través de la convivencia y de la conversación, realizando<br />

así la efectiva experiencia existencial y la reflexión crítica.<br />

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