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Paulo Freire

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posibilidades para su propia producción o su construcción” (p. 52). <strong>Freire</strong> nos<br />

muestra, en Pedagogia e conflito (1985), cuánto el educador problematizador<br />

hace del objeto de conocimiento una mediación de la relación educadoreducando<br />

y, de la aprehensión/conquista de él, un “camino de liberación”, de<br />

concientización, de humanización.<br />

Al discutir el educador como problematizador, <strong>Freire</strong> también introduce<br />

la dimensión de la directividad y de la no neutralidad. Para él, es “hecho<br />

incontestable que la naturaleza del proceso educativo es siempre directiva” (1985,<br />

p. 76) y que el educador tiene un papel distinto al del educando, a pesar de que<br />

siempre esté abierto a su educación. En Medo e ousadía (1987b, p. 187) nos<br />

muestra que necesitamos aceptar la naturaleza directiva de la educación, lo que<br />

nunca le permite ser neutra. “Debemos decir a los alumnos cómo pensamos y por<br />

qué. Mi papel no es quedarme en silencio. Tengo que convencer a mis alumnos<br />

de mi sueño, pero no conquistarlos para mis planes personales”. De esta forma<br />

descarta la manipulación, que implica una actitud autoritaria y anti dialógica,<br />

y nos muestra cuánto el acto educativo y el educador/educando son políticos y<br />

resultan de un verdadero ejercicio de ética democrática.<br />

<strong>Freire</strong>, al destacar el hecho que “el educador es político como educador,<br />

y el político es educador por el simple hecho de ser político”, dedica parte<br />

de sus escritos a la comprensión del educador popular y del educador como<br />

intelectual orgánico —un educador “suicida de clase”, “revolucionario”, “de<br />

los oprimidos”, “de las clases trabajadoras”, “problematizador y no bancario”.<br />

Educador “dirigente y organizador”, en el sentido gramsciano, de quien se<br />

acerca mucho, utilizando en su análisis varias de sus categorías. En el camino<br />

de ese autor, busca tres direcciones para entender quién educa al educador,<br />

pues como Marx (1984, p. 108) cree que “los hombres son producto de las<br />

circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados<br />

son producto de circunstancias distintas y de una educación modificada”. En<br />

la primera, defiende que el educador, como todos los hombres, es educado<br />

en y por la transformación de la sociedad y de sí mismo; en la segunda, como<br />

“intelectual— renovándose en suicidio de clase”, es educado por las clases<br />

populares y en la tercera, el educador es formado en la escuela, a pesar de los<br />

límites y condicionantes del “aparato escolar” como reproductor de los intereses<br />

de continuidad de la dominación.<br />

<strong>Freire</strong> cree y lucha por la construcción de una “contra hegemonía”, una<br />

educación “de resistencia”, una educación “para la autonomía y para la capacidad de<br />

dirigir” en el interior de las instituciones escolares, pues piensa que eso constituye<br />

en sí un proceso concreto de formación del educador. En esa perspectiva, se puede<br />

decir que el papel del educador es contribuir con la fuerza de la especificidad de<br />

su actuación pedagógica para transformar la escuela y que su formación, más allá<br />

de la competencia técnica, comprende un aprendizaje político, inherente a todas<br />

las decisiones y elecciones. Para <strong>Freire</strong>, por lo tanto, conocer y transformar no<br />

constituyen dualidades de la acción educativa, sino aspectos diferentes de una<br />

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