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Paulo Freire

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De ahí que no basta con reconocer la educación como un derecho de todos<br />

y de todas, como nos presenta Brandão (1995): “afirmar como idea que lo<br />

niega como práctica es lo que mueve el mecanismo de educación autoritaria<br />

en la sociedad desigual” (p. 97). Tenemos que reconocer que vivimos en una<br />

sociedad desigual; esta es la premisa básica para comenzar a dialogar y producir<br />

transformaciones.<br />

<strong>Paulo</strong> <strong>Freire</strong>, por eso, es un pensador de nuestro tiempo, comprometido<br />

con una eterna inquietud de conocer los por qué, que construyen la lógica<br />

que refuerza los determinismos de la sociedad capitalista neoliberal. Para poder<br />

contraponerla, coloca la lectura del mundo como imprescindible. Aprender a<br />

dudar y a preguntar, apostar por la problematización y el diálogo, asumir la<br />

duda y el no saber como condición humana, se realiza en el proceso pedagógico<br />

cuando nos disponemos a leer la realidad que nos rodea y organizarnos para su<br />

transformación.<br />

El lugar donde vivimos es una construcción humana, por ello, recrearlo<br />

dentro de condiciones históricamente favorables es tarea que requiere osadía<br />

cotidiana. Por eso, <strong>Freire</strong> apunta contribuciones necesarias a ese quehacer:<br />

politicidad y pedagogicidad (LIMA, 2000).<br />

La exigencia de la democracia, de la participación y de la libertad como<br />

composición de una ética no neutra es presupuesto para la viabilidad efectiva<br />

de la transformación de la realidad (FREIRE, 2000). El acto de la politicidad<br />

requiere nuestra asunción del compromiso, de, sabiéndonos comprometidos<br />

con otro mundo posible, potencializar y protagonizar cada vez más quehaceres<br />

articulados por medio de la participación y de la democracia, en dirección de<br />

una vida más bonita para todos y todas, pues es a partir de esos presupuestos<br />

que romperemos con el fatalismo desesperanzador que orienta la sociedad<br />

capitalista e imperialista de nuestra época.<br />

La antítesis entre lucha y acomodación o respectivamente esperanza<br />

y a-políticidad, representa nuestra visión política de mundo. Así, solo un<br />

sujeto que se reconoce político tiene esperanza. Al contrario, la desesperanza<br />

representa el fatalismo de que, siendo político, no se hace ciudadano ni lucha<br />

por la transformación. Ahí existen intereses ideológicos en los que la sociedad<br />

sea más resignada que combativa.<br />

MCLAREN (2001) reconoce a <strong>Paulo</strong> <strong>Freire</strong> como un crítico feroz del<br />

neoliberalismo, que, por medio de su pedagogía en busca de un ethos solidario<br />

entre hombres y mujeres, contrapone la lógica del consumo estereotipado<br />

por el libre mercado, encontrando en la esfera de la política la posibilidad de<br />

convivencia social que nos lleve a ser más.<br />

El movimiento que hacemos en busca de un conocimiento que ciertamente<br />

nos servirá a descubrirnos como hombres y mujeres históricos, capaces de<br />

cambiar nuestros “destinos”, porque nada está dado fatalmente, y construir<br />

un mundo socialmente justo, igual, solidario, donde, definitivamente, quepan<br />

todos y todas, es la estética que la pedagogía freiriana inclina a conquistar.<br />

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