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Paulo Freire

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Moacir (Org.). <strong>Paulo</strong> <strong>Freire</strong>. Uma biobibliografia. São <strong>Paulo</strong>: Cortez/Instituto <strong>Paulo</strong><br />

<strong>Freire</strong>; Brasília: Unesco, 1996.<br />

PALABRA/PALABRACCIÓN<br />

Cristovão Domingos de Almeida y Danilo R. Streck<br />

El relato bíblico de la creación dice que en el principio era la palabra y la palabra<br />

se encarnó entre nosotros. La palabra encarnada, en la tradición judeo-cristiana<br />

es condición de vida. <strong>Paulo</strong> <strong>Freire</strong>, proveniente de esta tradición, insiste en la<br />

actuación político-educativa en la que aprender a leer es aprender a decir su<br />

palabra. Y la palabra humana, al igual que la palabra divina tiene un poder creativo.<br />

Para él, nuestra existencia “no puede ser muda, silenciosa, ni puede nutrirse de<br />

falsas palabras, sino de palabras verdaderas, con las que los hombres transforman<br />

el mundo” (FREIRE, P., 2005, p. 90). La palabra auténtica mantiene un diálogo<br />

continuo entre la práctica y la teoría, entre la acción y la reflexión, entre anuncio<br />

y denuncia.<br />

Él denunció las diversas facetas de la palabra que mantiene mudo al sujeto<br />

bajo el yugo de la opresión. La palabra vacía, fácil, hueca, inauténtica, activista,<br />

mágica, ingenua… una a una, en las obras freirianas, fueron develadas como<br />

palabras que imposibilitan el diálogo y no generan compromisos con el cambio<br />

de vida del Otro. El contexto de esas palabras es la desconfianza en la capacidad<br />

del sujeto de “pensar correctamente, de querer y de saber” (2005, p. 53). Y como<br />

son discursos vacíos, no generan criticidad, pues “seremos críticos si vivimos la<br />

plenitud de la praxis” (2005, p. 148).<br />

Al hacer la radiografía del concepto en las obras de <strong>Freire</strong>, nos damos cuenta<br />

que, de acuerdo con el momento histórico, el autor lo retoma, profundiza<br />

y marca posición, principalmente cuando lo relaciona con la educación. La<br />

“propia posición de la escuela, de manera general es aplacada por la sonoridad<br />

de la palabra, la memorización de los extractos (…) posición característicamente<br />

ingenua” (pp. 102-103). <strong>Freire</strong> deja claro que la palabra auténtica se contrapone<br />

al discurso de la acomodación y “de la imposibilidad de cambio” (2000, p. 40).<br />

La palabra transforma la relación yo-tú, A con B, para la construcción procesual<br />

de nosotros, del colectivo.<br />

Al ser pronunciación del mundo, la palabra comprende el anuncio y la<br />

denuncia. Al ejercer la posibilidad de decir su palabra, el ser humano es un ser<br />

de intervención en el mundo, “deja sus marcas de sujeto y no huellas de un<br />

puro objeto” (p. 119). Es característico de la educación bancaria el palabrerío<br />

desvinculado de la acción. En la concepción de la educación bancaria —que<br />

“estimula la cultura del silencio” (2005, p. 67)— es el educador quien dice la<br />

palabra; los educandos, los que la escuchan. El educando sirve como “depósito”<br />

de contenidos, no aprende y permanece en el silenciamiento, sin voz ni voto.<br />

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