MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]

De todo ello parece desprenderse un deliberado intento de dignificar la memoria de
determinados acontecimientos frente a los relatos históricos oficiales y como respuesta a
la eclosión democratizadora e igualitaria que proponen los defensores a ultranza de una
memoria al alcance de todos. Parecería que ésta tuviese un plus de autenticidad e incluso
una dimensión ética, de la que al parecer carecería determinada historia.
La reconsideración del status que tradicionalmente se había ofrecido a la
memoria, considerada como herramienta subsidiaria por parte de los historiadores está
estrechamente ligada a los importantes cambios experimentados dentro de la disciplina
histórica que cuestionan los grandes relatos sobre el pasado vinculados a los paradigmas
científicos de la modernidad. Nos referimos a una concepción de la historia como ciencia
objetiva que se ocupa de reconstruir el pasado, estableciendo un relato hegemónico, único
y lineal que, como denunciaba Walter Benjamín, ignoraba otros relatos y otros sentidos
del pasado, los de los excluidos y de los grupos minoritarios. Y es precisamente la memoria
–las memorias‒ el terreno sobre el que podemos construir otra historia con capacidad
crítica y emancipadora. Por eso en la actualidad la memoria ha recuperado autoridad e
incluso se contempla como condición de posibilidad del conocimiento histórico 2 . Esto
significa que si queremos superar los olvidos y construir un relato histórico en el que
también los excluidos se sientan reconocidos, es necesario abrirnos a otras memorias
individuales y colectivas que han quedado ignoradas.
Es a través de los recuerdos como vamos construyendo el nexo estrecho y complejo
entre la memoria individual y el contexto social y cultural, de tal manera que cada memoria
individual es un punto de vista de la memoria colectiva 3 . Una de las formas de acceso a ellas es
la realización de entrevistas que permitan a los sujetos construir el propio relato de su vida.
Para muchos, la memoria constituye un territorio inquietante y plácido a la vez.
Inquietante porque nos devuelve, muchas veces a nuestro pesar, el recuerdo de un
pasado que, en ocasiones, desearíamos enterrar para siempre. Un pasado traumático o
simplemente olvidable y molesto que desafía la comodidad de nuestro presente. Y plácido
porque, como contrapartida, constituye el último y nostálgico refugio que nos permite
reelaborar una y otra vez lo que fue, o simplemente lo que pudo ser.
La memoria dibuja un espacio y un tiempo (“la patria es la infancia”), de redenciones
personales donde se destilan ilusiones, frustraciones, experiencias inconfesables, amores
adolescentes, y rencores irracionales; un mundo, el de la subjetividad, en definitiva,
cargado de imágenes, de sonidos, de olores, de tactos y sabores que forman parte del
patrimonio personal de cada ser humano. El estudio de la memoria nos sitúa precisamente
2 Llona, Miren: “Memoria e identidades. Balance y perspectivas de un nuevo enfoque historiográfico”, en Borderias, C. (Ed.), La Historia
de las Mujeres: Perspectivas actuales, Barcelona, Icaria, 2009,pp.355-390
3 Halbwachs, 2004
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