MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]

uruguAy
María del Carmen Acero Pérez
La “gallega”que era asturiana
María del Carmen Acero nació en Arbón, municipio de Villayón (Asturias) en 1942. Su
padre desarrolló diferentes trabajos, desde agricultor a minero. Su madre se dedicó a
los cuidados de la casa y de los hijos y a las múltiples actividades que desarrollaban las
mujeres en el ámbito rural de entonces. María del Carmen se crió con una tía materna que
emigró a Uruguay a trabajar como sirvienta y que fue quien animó a la familia a seguir
sus pasos.
Se vino sola y parece que cuando llegó, se puso de sirvienta y no sé... dicen, yo sentí decir,
que quedó embarazada del patrón y que tuvo una hija que es mucho mayor que los otros hijos
que tuvo después. Esa hija no se daba mucho con la madre porque se ve que mi tía la había dado
a una gente para que se la criaran, no sé... En la familia decían que lo había disimulado muy
bien, porque parece que ella no quería decir que estaba de encargue y... cuando se vio obligada, ya
estaba por nacer la niña. Y sé que nunca la tuvo con ella, pero no sé por qué... Cuando nosotros
vinimos, mi tía tenía un marido que trabajaba en la Aduana y allí se ganaba bien... Él era un
polaco al que encontró acá. Calculo que mi tía había elegido Uruguay porque tenía en el Cerro una
tía casada y con hijos, que debía ser hermana de mi abuela... Se llamaba Matutina y vivía casi en
la playa del Cerro, ahí, por la calle Grecia. A mi me ha tocado ir muchas veces a su casa, cuando
ya era viejita y viuda. Se ve que se vino mucho antes, pero no sé por qué vino a parar acá.
Los padres vendieron la casa y las pocas tierras que tenían y se lanzaron a la aventura
americana. Salieron del puerto de Vigo el 20 de diciembre de 1950 y llegaron a Uruguay el
2 de enero de 1951. Mari Carmen y sus hermanos llegaron enfermos de sarampión.
Al llegar me cortaron los pelos por si traía piojos y por la fiebre tan enorme que tenía. Me
pusieron en una sala de infecciosos porque como veníamos de otro país, pensaron que era una
enfermedad infecciosa. Allí estuvimos quince días. Nos trataban muy bien y las enfermeras me
hacían cantar, viendo que yo tenía una pronunciación española, diferente, les hacía gracia y se
mataban de la risa. Les cantaba como niña, canciones de antes... Me pedían una y otra. Había
una enfermera que era negra, negra retinta... pobre, y ella me pelaba los duraznos. Como allá en
España yo nunca había visto a un negro, entonces yo no quería comer nada ni probar nada que
ella me trajera. Ahora de vieja me doy cuenta, pobrecita, cómo la despreciaba yo...
El panorama que se encontraron fue mucho peor del que habían imaginado. Las
esperanzas puestas en el trabajo apalabrado del padre se esfumaron y éste tuvo que buscar
rápidamente una forma de sustento para su familia. Además, la convivencia con la tía y los
primos generó una serie de problemas que hicieron aún más difícil la situación. A pesar
de todo, la pequeña Carmen se vio seducida por aquel mundo que estaba descubriendo en
una ciudad nueva con omnibuses y tranvías, llena de sabores y olores distintos a los de su
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