MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]

ArgentinA
visto desde el mar. Se ve ese verde que yo realmente desconocía, ese clima tropical; me acuerdo
de la entrada en Santos y me acuerdo de los primeros atisbos del Río de la Plata, las primeras
zonas oscuras que se veían cuando uno iba llegando, pero todavía a 100 kilómetros del río ya ves
manchada el agua. Recuerdo que en el barco había un marinero –no recuerdo qué cargo tenía,
sería oficial o suboficial–, que era paisano, amigo de mi mamá, y cuando terminó su turno, será
a las 10 u 11, nos bajó del barco; nos tomamos un taxi y nos llevó a ver el Cristo Redentor en
Río de Janeiro. Y en Río, a las 12 de la noche, para mí que no había visto absolutamente nada,
ni del mundo ni de nada, era una cosa impresionante. Mas allá del propio Río, mas allá de todo,
fue subir a las 12 de la noche algo así como 900 metros y todo Río iluminado abajo: era una cosa
impresionante.
Al llegar se alojaron en casa de un hermano de su padre y después se fueron a un
apartamento alquilado en Adrogué, a 20 Km. del centro, cuyos dueños eran de Ibiza. Les
maravillaron las calles anchas, las plazas abiertas, el asfalto, el arbolado, las luces de la
ciudad. Por entonces el padre, que siempre había sido autodidacta y estudioso, ya tenía un
empleo en el Ministerio de Hacienda. Luego se mudaron a Lanas y allí se quedaron 20 años.
Cuando cayó Perón y empezó la inflación, consiguió trabajo en una cartonería, luego en un
almacén y más tarde de ayudante de un mecánico-dentista. Después sus padres le hicieron
estudiar. Los domingos la familia se juntaba con otros emigrantes de Baleares y hacían
asados. Con los padres hablaban en catalán, la mamá aprendió el castellano en Argentina.
Ella seguía cocinando a la balear y mantenía el contacto con la familia, sabía quien se casaba,
quien moría, quien nacía. Cuando Miguel regresó a España en los ochenta ella le dio una
lista con 40-50 nombres de Formentera, de Ibiza, de Mallorca, de Barcelona.
Sí, siempre mi mamá –hasta que falleció– tuvo relación. Y ella fue el nexo, porque ni mi
papá –que nunca fue de escribir, era cosas de mujeres eso–, ni nosotros, que no teníamos contacto
directo, nunca hicimos nada en ese sentido; así que mi mamá siempre fue la que mantuvo el
contacto. Y lo mantuvo bien al contacto, porque las cartas iban y venían; iban y venían con todo
un abanico de gente que ella conocía y se relacionaba por carta. Sabíamos todo bien; quién se
casaba, quién nacía. De hecho, cuando yo fui por primera vez a España en el año ‘88, la familia
ya es grande. Porque no solamente estaban los de mi padre, sino que estaban los 8 hermanos de
mi madre con todos sus esposos e hijos, y me dio el nombre de toda la parentela y sabía el nombre
de los esposos, el nombre de los hijos; no sé tenía una lista de 40-50 nombres. Y ella lo tenía todo
en la cabeza...
Estudió para contador, entró a trabajar en una empresa de auditoría y en 1976 se
estableció por su cuenta. Le fue bien, consiguió una buena casa, un cómodo vivir, viajes de
vacaciones. Pero últimamente las cosas no son como antes, ahora soy pobre de nuevo.
Su padre regresó a España una sola vez; su mamá varias, la última con 86 años.
Regresó asombrada del cambio. Ella nunca se llegó a asentar definitivamente en Argentina.
Pero tampoco se planteó regresar. Probablemente pensaba cuando quiero vuelvo.
MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 39 ]