MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]
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VenezuelA<br />
a su casa, pero en este momento que si había luz, uno de noche todavía podías hacer cosas con<br />
la gente, porque la gente por el día trabaja, incluso recibir a los papás de los alumnos, para ver<br />
cuáles son sus problemas que es lo que tienen. Cierras la puerta a las 6 de la tarde, a las siete, y<br />
entonces la gente cuando llega no hay nadie. Es eso que estaba desfasado.<br />
Entonces, de repente, la institución me quedó chiquita. Yo tengo que confesar que<br />
mientras estuve dentro de la institución yo fui muy feliz, hice lo que yo quería hacer, hasta<br />
donde la conciencia y la preparación me daban para hacer. Y cuando llegó el momento de que mi<br />
conciencia y mi entusiasmo me pedían hacer más a favor de la gente, no me dejaban. Entonces<br />
bueno la deje, así sin traumas, sin conflicto, sin nada.<br />
En 1971 abandona la orden y decide estudiar antropología en la Universidad<br />
Central, combinando el estudio con el trabajo. Sin apenas dinero para libros ni tiempo<br />
para poder estudiar, Bernarda se ve obligada a dedicar las noches y las escasas horas de<br />
descanso de las que disponía para acabar su licenciatura en antropología.<br />
La antropología es, yo siempre le digo a todos los estudiantes cuando vienen para acá y<br />
preguntan porque quieren estudiar antropología, les digo la antropología es una carrera para<br />
mejorar, pero tu no haces dinero con ella. Lo único que te queda es la satisfacción, te abre unos<br />
horizontes inmensos, te hace mucho más humana, te quita todos tus prejuicios, te quita como<br />
los aires de superioridad que tiene la gente occidental. Empezar a acercarte al saber de otros,<br />
empezar a conocer que hay otras formas de saber y de sabiduría, acercarse a ellas, conocerlas,<br />
empezar un diálogo intercultural con un italiano, un francés, no, empiezas con otra cultura, tiene<br />
otra visión del mundo es totalmente distinta a la tuya, eso es enriquecedor.<br />
Por estos años dirigía el Centro Educacional “La Floresta” en el que desarrolló un<br />
novedoso programa educativo orientado a unos alumnos difíciles y poco habituados a que<br />
se les concediesen márgenes de libertad y de autonomía.<br />
A pesar de su alegre carácter y su dinamismo, Bernarda se mantuvo soltera<br />
convencida de que cuando una mujer es dueña de sí misma, un hombre se lo piensa dos<br />
veces y ella no estaba dispuesta a renunciar a su ideales.<br />
Sus conocimientos como antropóloga le llevaron en 1976 a trabajar en el delta del<br />
Orinoco donde ha diseñado proyectos, no sólo de ayuda al desarrollo de los indígenas, sino<br />
también de diálogo intercultural entre comunidades que tienen una visión completamente<br />
distinta del mundo.<br />
Y empezó la relación con la comunidad, yo era así como un bicho raro, que iban a visitar,<br />
pero sobre todo me visitaban mucho las mujeres. Porque las mujeres warao tu sabes, que la mujer,<br />
en la cultura tradicional, ahora si lo hacen, pero hace 30 años, no podían, una mujer hablar con<br />
hombres que no fueran de su propia comunidad, parientes su esposo, entonces con el antropólogo<br />
que había antes la relación era así como distante. Yo era la curiosidad, como el payaso del circo.<br />
Yo me acuerdo que me veían comer y se morían de la risa y hablaban entre ellas, y ellas llegaban<br />
y se sentaban y me miraban y estaban ahí horas, se iban y venían otra vez.<br />
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