MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]
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consciente o inconsciente, nuestra situación actual, nuestras actitudes y comportamientos<br />
o nuestro discurso. En ello radica precisamente la grandeza y la miseria de la memoria.<br />
Como se ha afirmado, la memoria se define por dos fenómenos estrechamente<br />
interrelacionados, el recuerdo y el olvido, que marcan también los límites del testimonio<br />
de quien nos presta su memoria como una fuente más de información y conocimiento. Y<br />
si los recuerdos son moldeables, qué puede decirse de su transmisión. En ella intervienen<br />
múltiples factores. Algunos afectan directamente a quien es su poseedor y difusor, sujeto,<br />
como ya hemos apuntado, a numerosos condicionantes internos y externos; y otros,<br />
son responsabilidad de quien los recibe, analiza e interpreta, es decir, del historiador en<br />
este caso. El mismo acontecimiento puede ser recordado por un informante de distinto<br />
modo, dependiendo por ejemplo, de su estado anímico y físico, o de la cambiante<br />
consideración social que, por ejemplo, ha tenido a lo largo del tiempo el ejercicio de un<br />
determinado oficio o la militancia en un partido aceptado mayoritariamente en un pasado<br />
y desprestigiado en la actualidad. Pero también puede ser interpretado de dos formas<br />
diferentes por quien recoge ese testimonio, incluso en el caso de que se trate de la misma<br />
persona entrevistada.<br />
Estas reflexiones no nos impiden reconocer la memoria como territorio privilegiado<br />
para construir un relato verosímil del pasado. Por el contrario, estos debates nos sitúan<br />
frente al complejo fenómeno de la identidad individual y colectiva, entendida como el<br />
proceso de construcción del sujeto. En este sentido, la identidad sería en gran medida el<br />
resultado de la memoria y del análisis que el sujeto hace a partir del diálogo y del contraste<br />
entre la memoria interior y exterior, entre la individual y la colectiva. Es decir, cada persona<br />
se identifica como miembro de un determinado grupo a partir de la constatación de las<br />
similitudes con respecto a los unos y las diferencia frente a los otros y por supuesto, a partir<br />
de experiencias compartidas, una percepción fundamental, como veremos en páginas<br />
posteriores, en el caso de los protagonistas de las migraciones. Podría afirmarse que no<br />
hay experiencia sin memoria y sin ésta no podríamos construir nuestra identidad.<br />
Pero la construcción de la historia de vida de cada persona requiere de mecanismos<br />
que posibiliten una versión narrativa de su memoria, y eso sólo es factible a partir del<br />
lenguaje, capaz de organizar los recuerdos, de darles significado y coherencia interna, de<br />
verbalizar de modo oral o escrito una determinada trayectoria personal y, por supuesto,<br />
de un discurso, capaz de situar en un punto exacto del recorrido memorístico los<br />
acontecimientos vividos.<br />
La narración de los recuerdos es en realidad una recreación subjetiva del pasado<br />
donde concurren factores de todo tipo, desde los más estrictamente emocionales hasta<br />
los culturales, basándonos en la memoria transmitida y en la experiencia vivida. De este<br />
modo, la percepción que cada persona tiene del pasado en general y del suyo en particular<br />
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