MEMORIAS DE LA EMIGRACIÓN ESPAÑOLA A AMÉRICA | [ 1 ]

CostA riCA
A partir de ese momento los jóvenes huidos vivieron una auténtica aventura
tratando de evitar su captura. Finalmente, agotados y hambrientos, fueron detenidos.
Sin embargo, los oficiales del ejército costarricense se apiadaron de su situación y no les
entregaron. La embajada española trató de presionar a las autoridades locales para que
fueran enviados como presos a Panamá. El caso trascendió a los medios de comunicación
y se desplegó una intensa campaña de solidaridad con los jóvenes marineros españoles.
… Hicieron manifestaciones para que no nos, que nos dejaran aquí, en Costa Rica. (…)
Después teníamos una mesa larga. Y vienen todas las prostitutas de Limón. Viene todo el ser
humano, que nos mandaban tantas cosas, comida, dinero. Bueno, que maravilla.
Pese a todo, la situación fue extremadamente delicada. Incluso, según cuenta
Manuel, intentaron secuestrarle, al hacerle responsable de la masiva deserción. Una vez
trasladado a San José recibió el apoyo de la presidencia del gobierno de Costa Rica. Tras
instalarse en la capital encontró trabajo como ayudante de un chef en un restaurante
español donde estuvo hasta 1956 y más tarde como “salonero” en otro local italiano. Poco
a poco se fue situando económicamente y terminó por comprar este último restaurante
en 1962, un negocio que resultó todo un éxito durante varios años. Más tarde lo vendió y
montó un nuevo negocio, una “sodita” en el Parque Central. Tras una atractiva oferta de
trabajo Manuel comenzó a trabajar como chef de hoteles.
Manuel conoció a Belice, una enfermera costarricense de la que se enamoró y con
la que contrajo matrimonio, a pesar de los recelos de la familia de la muchacha. Durante
los primeros tiempos cortó la relación con su familia en España para evitar posibles
represalias de las autoridades. Sin embargo, su madre le localizó y volvió a retomar el
contacto por carta unos meses más tarde. En 1963 ella vino a pasar una temporada con su
hijo. A partir de ahí la relación se hizo más intensa. Sus hijos han ido a España. El mayor
de ellos vino estudiar y otros, como dos de sus hijas, cruzaron el charco para conocer el
país natal de su padre. A pesar de la enorme añoranza que sintió durante años, Manuel
no pensó en regresar. Su condición de desertor pesaba sobre él como una losa. En 1984
tramitó su pasaporte como costarricense y volvió por una temporada a Málaga, a recorrer
las calles de su infancia.
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