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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Como fácilmente alcanza a verse en cuanto uno entra al templo franciscano, lo más importante en<br />

él es la cruz formada por la nave central hasta el altar mayor y por los dos grandes altares laterales<br />

que se hallan a los lados del crucero. Todo este conjunto es maravilloso. Y eso que hacen falta los<br />

revestimientos de la pared superior de los arcos, hoy sustituidos, desde el año próximo pasado, con<br />

doce hermosísimas estatuas policromadas de los Apóstoles y doce cuadros al óleo sobre alabastro<br />

de Cuenca: obras ambas de la escuela quiteña y por consiguiente de inmenso interés para nosotros,<br />

aparte de su mérito artístico. Las estatuas son del siglo XVIII por el carácter de sus ropajes amplios<br />

y llenos de arrugas 50 .<br />

La decoración de los revestimientos, hecha en oro y apenas manchada de rojo y verde en el cuerpo<br />

de la nave central, es íntegra de oro en el altar mayor y en los dos grandes laterales. Los trenzados del<br />

50 Las estatuas de los doce Apóstoles a que hacemos referencia y que se hallan hoy colocadas en el<br />

muro superior de los arcos de la nave principal de la iglesia, se mandaron a trabajar ex-profeso para<br />

una ceremonia que se hacía en la misa de fiesta de la Ascensión del Señor. En el altar mayor de la<br />

iglesia, formaban estas estatuas un círculo alrededor de una efigie de Cristo ejecutada en piedra de<br />

chispa o pedernal. Durante la fiesta, se realizaba a lo vivo la subida de Jesucristo a los Cielos, merced a<br />

una tramoya que permitía a la estatua ascender entre nubes mientras los Apóstoles quedaban mirando<br />

al Señor que desaparecía en la bóveda del altar mayor. A eso obedece el que todos los Apóstoles en las<br />

estatuas mencionadas se hallan con la vista hacia arriba y en ademán contemplativo. Pero un buen día<br />

falló la tramoya y cayó la estatua (que era muy pesada), desde muy arriba, se hizo pedazos y causó no<br />

pocos daños. Desde entonces quedaron arrinconadas las estatuas hasta que se las colocó en donde hoy<br />

se encuentran. Estas estatuas las mandó a trabajar en el año de 1796 el P. provincial fray Francisco<br />

de la Graña, siendo síndico del convento el Conde de Selva Florida, don Manuel Guerrero Ponce de<br />

León. Costeó la obra don José Miño, y el convento ayudó con cuarenta trozos de cedro que compró<br />

el síndico en veinticinco pesos. Estas estatuas eran para los dose nichos del Altar Mayor y el día de<br />

la Ascensión del Señor . ( N. del A. )<br />

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