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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
a la mano, millares de esmeraldas de todo tamaño y forma para poder fácilmente colocarlas con cierta<br />
igualdad, ordenación y equilibrio. La custodia no tiene reverso, de modo que todo lo que se halla a<br />
un lado se encuentra exactamente en el otro. Son propiamente dos custodias unidas por un aro fuerte<br />
de plata de tres o cuatro centímetros de ancho que sigue las sinuosidades de la forma exterior de ella.<br />
Se sabe que España fue magnífica en el culto al Santísimo Sacramento, como no hay ejemplo en<br />
otras naciones. Eso hizo que los orfebres españoles pusieren todo su talento en la ejecución artística<br />
de las custodias. Célebres fueron casi todas las de las grandes iglesias de la península, como no lo han<br />
sido menos las de algunas de los templos latinoamericanos. Y si en España, aún llaman la atención la<br />
custodia de Toledo por su riqueza, la de la Seo de Zaragoza por su suntuosidad, la de Barcelona por<br />
su esbeltez y por sus 115 ópalos, 5 zafiros, 1205 diamantes 2100 perlas y 300 turquesas y la de Cádiz<br />
por su tamaño [4 metros], la nuestra de San Francisco de Quito no deja de ser su digna compañera,<br />
no fuera sino por su peregrina riqueza, muestra clara de la que tanta fama dio a las Indias españolas.<br />
Por supuesto que custodia tan pesada era sólo para llevarla en las grandes procesiones de Corpus<br />
en una apropiada anda de plata, que también ya no existe después de diversas reparaciones que en ella<br />
se hicieren hasta mediados del siglo XVIII. Esa fue costumbre española establecida desde mediados<br />
del siglo XV.<br />
***<br />
Junto con las obras de orfebrería que hemos detallado habría que hacer el recuento de los magníficos<br />
ornamentos que posee el convento. Punto de honra fue en todo tiempo para los frailes el esplendor del<br />
culto en la iglesia franciscana de Quito. Se gastaba dinero sin escrúpulo de año a año, ya en comprar<br />
o importar de Europa, lino, seda y franjas de oro y plata para que los artistas bordadores quiteños<br />
hicieren los primores que aún se conservan en la sacristía del convento con religioso cuidado. La seda<br />
se traía de España de las mejores fábricas de Sevilla, que gozaban de fama universal y las franjas de<br />
plata venían de Italia cuando no del Perú. Centenares de dinero se iban a España para ser convertidos<br />
en tapiz blanco, persiana, tafetán, tizú, franjas e hilos de seda de colores y de oro de pelo. Raras veces<br />
eran los fieles quienes gastaban en estos lujos, siempre eran los provinciales que se disputaban en<br />
cada período de su gobierno por dejar esas magníficas riquezas como recuerdo de su administración.<br />
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