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I<br />

Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

No necesitamos remontarnos hasta los orígenes mismos del Arte, ni llevar nuestra consideración<br />

hasta su fuente más remota, para sentar axiomáticamente la idea de que no podemos los americanos<br />

descender de una cuna que sea la misma que meció el arte de cualquiera de los otros pueblos del<br />

antiguo continente. Pueden los europeos discutir la procedencia del arte gótico, por ejemplo: nosotros<br />

no podemos ni tenemos para qué sentar la cuestión de qué elementos proviene o dimana el arte<br />

americano primitivo, y principalmente el arte ecuatoriano, sencillamente porque la traslación de los<br />

habitantes del antiguo al nuevo continente (o viceversa) es un hecho que se pierde en las nebulosidades<br />

de los tiempos en la historia primitiva y se remonta quizá a una época en que el Arte, aún en el Antiguo<br />

Mundo se encontraba en estado muy rudimentario.<br />

Por eso es que tal vez el arte de los aborígenes americanos puede considerarse tan propio,<br />

independiente y original, como el de los demás pueblos primitivos del Globo y ser estudiado con<br />

la curiosidad del filósofo que indaga las irradiaciones de la inteligencia del hombre y con la del<br />

historiador ávido de reconstituir la cuna en que se meció la humanidad.<br />

Es verdad que la investigación arqueológica en el mundo americano va cada día descubriendo<br />

admirables semejanzas, afinidades asombrosas entre las primitivas edades de los dos continentes, lo<br />

mismo en sus rudimentarias construcciones que en los objetos de uso doméstico, en sus armas de<br />

lucha y caza, para los que han aprovechado las mismas materias: la piedra, como el cobre y la madera,<br />

el barro, el oro. Pero este parentesco que lo -sustentan distinguidos etnógrafos, por oscuramente<br />

demostrado, no desvirtúa nuestra tesis; menos aún, cuando esa cierta afinidad entre los elementos<br />

artísticos de las edades primeras de la humanidad tiene su explicación en la unidad de la especie<br />

humana, cuya inteligencia es la misma en todas partes, y sus instintos, similares.<br />

Mientras sobre el Antiguo Mundo se cernía una inmensa civilización que llevaba en su seno el<br />

arto espléndido de Grecia y Roma en el más asombroso y grande de los florecimientos, mientras allá<br />

el cristianismo y la invasión de los bárbaros reformaban con su influencia el arte de la antigüedad<br />

europea; acá, en el Nuevo Mundo, el alma americana era batida por vientos del todo diferentes,<br />

se movía en condiciones etnográficas que cincelaban de cierto modo y de manera distinta el<br />

temperamento tosco y salvaje de sus artistas.<br />

Pero si la peculiar originalidad del arte americano nadie puede poner en duda, hoy menos que<br />

nunca, cuando el estudio fervoroso de los americanistas nos revela a cada paso nuevas sorpresas del<br />

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