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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

general don Simón Ontañón y Lastra. Estos bargueños se conservan en muy buen estado, inclusive<br />

su gran chapa de fierro que asegura la tapa 77 .<br />

De igual tamaño que estos dos, hay otro bargueño, cuyos tableros se hallan pintados a todo color con<br />

una decoración de flores; pero cuyos cajones llevan en sus tapas una interesante y preciosa decoración,<br />

en taracea, grabada y pintada, figurando animales fantásticos, quimeras aladas en medio de un fondo<br />

caprichoso grabado y pintado. Los cajones tienen unas preciosas tiraderas de plata en la que se hallan<br />

esculpidas unas cabezas de ángeles muy bien trabajadas.<br />

El último de los cuatro bargueños es pequeño con seis cajoncitos chicos, cuatro medianos, uno<br />

largo y otro central; todos con tiraderas de fierro en forma de concha y aldabón también de fierro.<br />

Los tablones se hallan decorados como los dos primeros, íntegramente; pero su dibujo es superior y<br />

la ejecución de la taracea demuestra más habilidad.<br />

Pero la joya de la sacristía son los dos magníficos frontales de plata, de estilo rocalla tan en boga en<br />

el siglo XVIII. Los dos frontales constan cada uno, de catorce láminas de plata repujada que, unidas<br />

forman un conjunto simétrico dentro de la asimetría que es ley de aquel estilo. La composición se<br />

reduce a un motivo decorativo central que lleva el escudo franciscano una cruz -con los brazos de<br />

Cristo y de San Francisco- a los lados, dos láminas de cobre pintadas con su marco encerrado en<br />

un nicho con dos columnas salomónicas, flanqueados estos tres motivos con dos escudos del mismo<br />

desarrollo decorativo que los demás que rodean este conjunto central. Los nichos en las columnas<br />

salomónicas fueron antes ocupados por espejos.<br />

El conjunto, sin embargo de ser un laberinto de líneas curvas, no deja de tener equilibrio y demuestra<br />

la habilidad que como ornamentistas tenían nuestros orfebres quiteños del siglo XVIII para variar al<br />

infinito el capricho de líneas y de curvas. Por excéntrico que aparezca este recargo decorativo hay<br />

siempre una línea sobre la cual las diferentes partes de su composición se equilibran y ponderan, y<br />

77 Arch. franc. - Véase, legajo 10, núm. 1.º, lib. 1.º, fol. 85 vta. Las chapas y fletes de estos bargueños<br />

costaron cuarentiseis pesos. ( N. del A. )<br />

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