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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

Las vicisitudes del tiempo han causado muchos daños a la belleza de los edificios franciscanas<br />

de Quito. Muchos terremotos han sido crueles con ellos y han ocasionado enormes desperfectos. En<br />

el capítulo anterior recordamos los causados por el terremoto de 1755 que destruyeron la bóveda<br />

de la nave central de la iglesia, aniquilaron su artesonado mudéjar, dañaron las antiguas torres y<br />

casi redujeron a escombros gran parte del convento. Esos daños que se comenzaron a reparar casi<br />

inmediatamente no se los remedió del todo sino hasta 1803 en que gobernó la provincia el padre<br />

inmediato fray Antonio de Jesús y Bustamante 106 .<br />

En 1869 un nuevo terremoto hería otra vez a Quito y volvían a sufrir daños, irreparables algunos<br />

de ellos, la iglesia y el convento. Con paciencia digna de tan celosos religiosos, comenzaron éstos a<br />

curarlos cuando, ocho años más tarde, los terremotos de 1868 que destruían gran parte de la provincia<br />

de Imbabura y deterioraban muy especialmente a los conventos y templos de Quito. «Casi ninguno<br />

de éstos quedó ileso, dice un anónimo manuscrito del archivo franciscano, o mejor dicho bueno, y se<br />

cree que nuestro Convento Seráfico; este monumento nada común, este edificio que era el orgullo de<br />

la nación ecuatoriana, en donde el viajero tenía que admirar el ingenio del hombre, se distinguió de<br />

todos los demás, aun en sus ruinas. Hagamos un rápido bosquejo de ellas:<br />

La nave derecha del templo se despegó, puede decirse, en su totalidad, sus paredes maestras<br />

sufrieron roturas horizontales en la base y paralelas en lo demás: las bóvedas lo mismo que sus arcos<br />

cayeron en su mayor parte, y las medias naranjas fueron removidas completamente con posterioridad<br />

por la amenaza que ofrecían. Una de las vigas maestras del cuerpo del Templo que no sólo servía para<br />

su sostén, pero sí también para su ornamento, cayó en tierra; y otra hubo necesidad de bajarla por<br />

106 It. Dio nuestro hermano el síndico mil ochocientos treinta pesos para el reparo formal de las<br />

dos Torres; digo mil trescientos treinta pesos, las que tuvieron sus últimos remates hechos pedasos<br />

con manifiesto peligro de arruinar los dos coros e Iglesias del Conven. to Máximo y colegio de San<br />

Buenaven. ta y se hicieron de nuevo, con una Linternilla que la hizo pedasos un rayo que cayó, y varias<br />

quiebras que se hicieron de nuevo asegurándolas con buenas llaves de piedra, pagando el doble a los<br />

Peones y Albanieles por ser obra peligrosa y quedan enteramen. te refaccionadas, como se manifiestan<br />

a la vista. It. Dio nuestro hermano el síndico dosientos veinte y sinco pesos para refaccionar por tres<br />

ocaciones los dos Coros del Convento Máximo, y Colegio de San Buenav. ta , por motivo de que<br />

en tan dilatada composición de las Torres caian los Terrones y despedasavan los Techos, y sino se<br />

separaban con prontitud las lluvias causaban daño notable a las maderas y artesones con peligro de<br />

destruirse. ( Arch. franc. , leg. 10, N.º 1, lib. 6). ( N. del A. )<br />

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