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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

la música, los motivos y el carácter del arte indígena, cuyos rasgos aún subsisten. Porque, a pesar de<br />

que los españoles hicieron desaparecer la cultura de nuestros aborígenes sin apreciarla con espíritu<br />

inteligente y delicado; a pesar de la absorción de la misma raza, quedó un rastro de cultura bien<br />

determinada, propia de los indios y que -no podemos negarlo- se ha mantenido latente después de<br />

la conquista y, con la fusión de las razas y la mezcla de las sangres, ha dejado rasgos en el carácter<br />

nacional del arte ecuatoriano.<br />

***<br />

Pero, sea como fuese, ello es cierto que España trajo su arte a América y por consiguiente al<br />

Ecuador, es decir a Quito; porque todo el movimiento cultural de aquellos tiempos en las tierras que<br />

forman hoy nuestra República, estaba concentrado en la que es hoy su capital. Mandó también artistas,<br />

algunos de no escaso mérito, y, sobre todo, envió gran cargamento de obras de arte de todo género:<br />

el comercio entre España y las colonias americanas influyó como era natural en la importación de<br />

cuadros religiosos, estatuas y esculturas de talla policromada, muebles de madera, y sillas de Córdoba,<br />

brocados y orfebrería de toda clase. Se sabe que Murillo pintaba de pacotilla por los años de 1639 y<br />

1642 en que, huérfano y abandonado por su maestro que marchó a Cádiz, tenía que ver por su vida,<br />

pintando cuadros de toda clase para venderlos en la feria que el jueves tenía lugar en Sevilla. Lo que<br />

pasaba con Murillo pasaba también con todos sus contemporáneos, inclusive Zurbarán, uno de cuyos<br />

cuadros, que hoy se conserva en el Museo Británico fue encontrado en Quito. Los Murillos de la<br />

primera época no han sido raros aquí, como que la tradición recogida por nosotros de labios de artistas<br />

como Salas, Manosalvas y Pinto, asegura haberse hallado en Quito cuatro o cinco obras originales de<br />

Murillo, entre las cuales son de mencionarse la Santa Teresa de Jesús que se conserva en el Monasterio<br />

del Carmen Moderno y una repetición de una de sus inmaculadas, en el Museo del Señor Jacinto Jijón.<br />

Aún más, los españoles importaron a América no sólo pinturas de los maestros de la Madre Patria,<br />

sino aún de los italianos y flamencos. Gran parte de los cuadros que aquí se encuentran son de pura<br />

escuela italiana o flamenca; los hay también franceses, pero en menor número, casi puede decirse<br />

que son raros, principalmente los de la época del XVII. Conocemos, por ejemplo, en la colección del<br />

señor Pacífico Chiriboga, un Nattoir muy hermoso.<br />

Otro tanto puede decirse de las obras de escultura en madera que los españoles las traían en gran<br />

cantidad: vírgenes, cristos y santos de toda clase, no sólo para los templos e Iglesias, sino también<br />

para los oratorios privados que los había muchos en las casas y haciendas de los gamonales de la<br />

colonia; y principalmente colecciones numerosas de figuras de nacimiento que se las conseguía en las<br />

ferias para transportarlos a estas tierras. Entre esas figurillas vinieron también no pocas japonesas y<br />

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