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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
de oro, de las que usaban los indios, que pesaron más de cien mil castellanos. De este modo mejoró<br />
en fortuna y cuando murió por el año 1550, dejó a Cantuña como heredero de lo mismo que le había<br />
regalado y, además, de su casa.<br />
Pero bien pronto se esparció por la ciudad la noticia de que aquella fortuna del capitán Suárez a<br />
nadie se debía sino al mismo Cantuña y el derroche que, de ella hacía este indio, preocupó tanto que le<br />
obligaron a que declarase ante juez de donde la había sacado. Con viveza Cantuña confesó la realidad<br />
del hecho en cuanto a que él obsequió a su amo esa fortuna; pero cuando se trató de declarar de dónde<br />
había provenido, hizo creer que el diablo se la había dado, como gaje de un pacto con él celebrado, y<br />
firmado con la sangre de sus venas, en virtud del cual le había vendido su alma, a condición de que le<br />
diese cuanto oro le pidiera. Creyeron la mentira de Cantuña los españoles, persuadidos como estaban<br />
entonces de que todo indio conversaba con el demonio y hasta los mismos frailes, que de sus manos<br />
recibían limosnas cuantiosísimas, se preocupan de ese pacto para ver la manera de dañarlo en bien<br />
del alma del desgraciado Cantuña. Éste y su confesor se reían de todo ello, porque Cantuña, era buen<br />
cristiano y devoto de la Virgen de los Dolores.<br />
El año de 1574 murió al fin Cantuña y los franciscanos entraron en posesión de parte de la<br />
herencia del indio, cuya casa fue registrada entonces con solícito empeño, encontrándose los talleres<br />
de fundición del oro, y algunas alhajas que todavía se hallaban intactas, con lo cual, vinieron a<br />
comprender los que lo vieron, la farsa con la que Cantuña defendió esa fortuna, que la supo lograr en<br />
vida y que después de su muerte, sirvió, parte de ella, para que levantaran los franciscanos, la preciosa<br />
iglesia que, dedicada a la Virgen de Dolores, quién el indio era devoto, perpetuara el nombre de<br />
Cantuña y sirviera entonces con preferencia, a la devoción de los indianos, según la expresa voluntad<br />
que Cantuña recomendó a su confesor cumplirla.<br />
Sea o no leyenda lo que dejamos narrado, es lo cierto que existió Francisco Cantuña, hijo de Hualca,<br />
teniente de Rumiñahui, y que con su sola fortuna se fabricó ese precioso relicario de la iglesia que<br />
lleva su nombre desde los primeros años de la Colonia y con el cual la distinguen hasta los breves,<br />
decretos y rescriptos de la curia romana que se refieren a ella.<br />
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