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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
de la actual de caída cultura artística española, u horribles partos de la escuela comercial alemana!<br />
Arrumadas deben encontrarse en las bodegas conventuales de la Merced y San Agustín las imágenes<br />
españolas, de los siglos XVII y XVIII mientras se exhiben las bonitas estatuas de un sentimiento<br />
religioso asaz forzado y que hace un contraste tan grande que no acertamos a explicarnos cómo sean<br />
preferidas a las que son obras profundamente religiosas de la sincera fe de los escultores españoles de<br />
aquel tiempo, que se daban disciplina y ayunaban antes de tomar en sus manos las gurbias y el formón.<br />
Las colecciones particulares se van llenando de piezas artísticas, pero tan desgajadas se encuentran<br />
éstas y tan mal presentadas -inclusive aquello que se llama museo nacional- que es punto menos que<br />
imposible estudiarlas para catalogarlas definitivamente. Sin embargo a esa tarea hemos dedicado y<br />
seguiremos dedicando buena parte de nuestro tiempo, a fin de evitar en lo posible en el curso de nuestra<br />
exposición, las indicaciones vagas y poco precisas, los juicios problemáticos que para nada sirven.<br />
A ello nos obliga también la opinión que tenemos formada de la llamada escuela quiteña de la época<br />
colonial; que ilustraron maestros como Miguel de Santiago y Gorivar, dignos de figurar al lado de los<br />
mejores artistas de cualquier país europeo. Recordemos que Quito fue en el tiempo de la Colonia el<br />
emporio de pintores y escultores, verdaderos fabricantes de cuadros y estatuas que se repartían desde<br />
Méjico hasta Chile, y que aunque la mayor parte de ellos eran artistas de poco talento o de ninguno,<br />
no faltaron ingenios cuyos nombres y obras merecen consignarse en las páginas de la historia del arte.<br />
Larga y gloriosa es la lista de los pintores quiteños. Desde Juan de Illescas y Luis de Ribera que<br />
pintó en la Catedral y San Francisco; el padre Vedón religioso dominicano, decorador del claustro<br />
de la Recoleta de Quito, del refectorio del convento dominicano de Santa Fe de Bogotá y del de<br />
Tunja; Miguel de Santiago, el más grande pintor de la América toda; su yerno, Gorivar González, y<br />
su hija Isabel de Santiago y el marido de ésta, don Antonio Egas Venegas de Córdova 13 ; la madre<br />
Magdalena Dávalos tan alabada por La Condamine que la conoció y la trató, oyéndola tocar el arpa,<br />
el clavicordio, la guitarra, el violín y la flauta y viéndola pintar miniaturas y grandes cuadros al óleo;<br />
Bernabé Lobato y Simón de Valenzuela, contemporáneos, amigos y socios de taller de Miguel de<br />
Santiago; Morales, Vela, Oviedo, el hermano jesuita Hernando de la Cruz y su discípulo, el hermano<br />
Domingo, franciscano e indio de pura sangre, hasta Samaniego, José Ramírez y Juan de Benavides,<br />
Albán, Astudillo, José Cortés de Alcocer y sus hijos Antonio y Nicolás que, en unión de Vicente<br />
Sánchez Barrionuevo, Antonio de Silva y Francisco Villarroel, discípulos de Bernardo Rodríguez,<br />
13 [«errata» en el original; corrección de la fe de erratas incluida en la nota de la página 62 del<br />
original. ( N. del E. )]<br />
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