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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
En cuanto a los cuadros que representan Santo Domingo y San Francisco, no sólo no están a la<br />
altura artística de los otros, sino que son tan mediocres que no merece la pena ocuparse de ellos sino<br />
para completar la lista de los pintores que concurrieron a decorar la hermosa antesala de la portería<br />
franciscana. Hay cuatro pinceles distintos, de los cuales tres nos son conocidos, el de Miguel de<br />
Santiago, el de Bernabé Lobato y el de Simón de Valenzuela, sin que sepamos distinguir con precisión<br />
los retratos que pintó Lobato y los que pintó Valenzuela. Quédanos sólo por averiguar quién pintó los<br />
cuadros de Santo Domingo y San Francisco. ¿Sería el hermano Domingo?<br />
En una de las puertas del retablo de la Virgen de Dolores, está el retrato de un fraile franciscano.<br />
Sin duda es del que arregló toda esa portería. Como no nos ha sido posible registrar el archivo de San<br />
Francisco, no podemos decir quién sea. El retrato es bastante bueno y lleno de carácter.<br />
***<br />
Penetremos ahora al convento y contemplemos el primer claustro. Al rededor de un enorme patio de<br />
40,16 metros de largo por 40,10 de ancho, corre un hermoso claustro de 5 metros de ancho construido<br />
sobre 104 columnas de piedra enlazadas por arcos de cal y ladrillo. Las columnas son dóricas pero<br />
de módulo reducido, como las solían usar los arquitectos medioevales. Los arcos guardan acuerdo<br />
con el carácter de las columnas demasiado chicas y poco esbeltas; pues son arcos peraltados de los<br />
que también se acostumbraba en la Edad Media para dar lugar a algún adorno, por lo regular un<br />
mascarón, en aquella parte de la prolongación del arco hasta su encuentro con el capitel de la columna.<br />
Y precisamente es eso lo que falta en aquel enorme pórtico, tanto que parece inconcluso. Con la<br />
imaginación ponemos un motivo ornamental cualquiera, de cincuenta centímetros de alto, sobre el<br />
ábaco del capitel dórico, y nos damos cuenta del resultado. En las paredes encontramos muchos<br />
cuadros, cuyo mérito nos abstenemos de juzgar, hasta verlos en su primitivo estado, tan luego como la<br />
restauración que se ha principiado bajo buenos auspicios, quite la capa de pintura nueva que un pintor<br />
de puertas, de apellido Nolivos, la puso, hace más o menos 25 años, a instancias de un superior de los<br />
franciscanos que no se dio cuenta sin duda del mal que con ello se iba a ocasionar a los 54 cuadros de<br />
la vida del seráfico patriarca que fueron enviados de Roma. Antes esta galería artística debió ser muy<br />
hermosa, pues los cuadros se hallaban colocados y arreglados como la galería del convento quiteño de<br />
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