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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

los únicos edificios coloniales dignos de un estudio serio. Las casas particulares y los demás edificios<br />

civiles públicos que aún se conservan son tan pocos y tan insignificantes que no merecen atención.<br />

Los frailes mismos trajeron consigo algunos arquitectos que fueron los constructores, no sólo de<br />

nuestros templos sino aún de las casas, y sus reparadores, cuando los terremotos las destruían. Algunos<br />

de esos arquitectos dejaron discípulos dentro del mismo convento, entre sus hermanos de religión 17 .<br />

Es así como se formó el hermano Antonio Rodríguez, quiteño, que construyó el templo de Santa Clara,<br />

de un sobrio y puro estilo romano. Pero, en general, los arquitectos españoles dejaron muy pocos<br />

discípulos. Y ello se explica. La arquitectura es un arte que requiere especial disciplina y conocimiento<br />

concretos perfectamente claros, que no se los adquiere sino mediante estudios serios y metódicos de<br />

matemáticas y dibujo.<br />

Muchos de nuestros artistas pintores se dedicaron al estudio teórico de la arquitectura; Samaniego,<br />

Bernardo Rodríguez -éste principalmente- fueron grandes conocedores del arte arquitectónico, de la<br />

perspectiva y teoría de la sombra; pero no fueron constructores. Las casas eran hechas, como hasta<br />

ahora, por albañiles que, si sabían las reglas empíricas de la construcción, carecían en absoluto de<br />

conocimientos arquitectónicos. De ahí esa uniformidad de tipos y esa pobreza artística de la antigua<br />

casa quiteña que casi no ha variado hasta hoy en que, merced a arquitectos extranjeros o nacionales,<br />

ya formados en una verdadera escuela de dibujo e ingeniería civil, se ha mejorado algún tanto el tipo<br />

de nuestros edificios.<br />

Las artes menores fueron también muy cultivadas en tiempo de la Colonia. La orfebrería, tapicería,<br />

ebanistería, la locería, la vidriería adquirieron gran auge. Se hacían primorosos trabajos en oro, plata y<br />

bronce, verdaderas obras de arte que aun se conservan principalmente en nuestras iglesias y conventos.<br />

Los tejidos en seda y oro son maravillosos, lo mismo que las tapicerías que se trabajaban en los<br />

OBRIDORES. En San Francisco se conservan admirablemente ornamentos de brocados tejidos para<br />

el culto por las monjas de los siglos XVII y XVIII, que son verdaderas obras de arte. Quito, Cuzco y<br />

Lima anduvieron a la cabeza en la industria de tejidos de seda y oro.<br />

17 «No hubo trabajos manuales, por penosos que fuesen, a los que no se entregasen los jesuitas<br />

con la más noble solicitud a fin de instruir a los naturales, ejerciendo en sus misiones los oficios de<br />

arquitecto, de albañil, de carpintero, pintor, tornero, herrero, cerrajero, sastre, zapatero, y finalmente<br />

la profesión de todas las artes mecánicas». P. Cappa, ob. cit. ( N. del A. )<br />

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