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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />

oratorio y en el centro del patio de su claustro, una preciosa cruz de piedra que la colocaron en 1727.<br />

En 1730 se adornaron las paredes de sus claustros con 32 cuadros, se pintó el Oratorio y se colocó en<br />

él una imagen de Nuestra Señora, de vara y media de alto, más o menos, con los adornos siguientes:<br />

camisa nueva con puños de encajes finos, un tapapiés de damasco colorado, dos vestidos nuevos, el<br />

uno de primavera blanca y el otro de brocato colorado, que constan de saya y manto aforrados de<br />

tafetán colorado y guarnecidos de ojuela de plata, un tocado de toca morada y un baldaquín morado<br />

y un baúlito de pasto con algunas joyuelas falsas.<br />

Algunos de los claustros y celdas del convento se distinguían con denominaciones especiales: así<br />

una de las celdas del claustro que caía hacia la quebrada, que limitaba la propiedad franciscana, se<br />

llamaba de San Pedro de Alcántara. El claustro principal era pintado y tenía un humilladero de piedra<br />

en la mitad del patio, al contorno del cual y a la distancia de una vara de su peaña, se había compuesto<br />

una verja con pilares de piedra labrada de noventa centímetros de alto, unidos por un pasamano de<br />

azulejos. En los corredores de este claustro había colgados de sus paredes, varios entre ellos ocho<br />

de las estaciones de Roma y un buen cuadro de la Inmaculada. Entre sus celdas, se distinguían la<br />

llamada de los prelados, con sus doce sillas doradas de cuero sobre armazón de nogal, sus seis lienzos<br />

de diferentes imágenes y sus ocho preciosos grabados al humo; la celda del provincial con sólo media<br />

docena de las mismas sillas ya nombradas y un grabado al humo de la Sagrada Familia, y la de los<br />

guardianes, con sus seis grabados y dos lienzos. Así las arregló en 1791, el guardián de entonces, fray<br />

Francisco Hurtado de Mendoza. Tenía también el convento un espléndido baño o estanque de piedra,<br />

que subsistía hasta hace poco tiempo con los caracteres de su construcción ciclópea 168 .<br />

El convento no podía estar mejor situado. Edificado en lo alto y al principio de una altiplanicie<br />

y en el recodo de un rústico camino poco trajinado, limitado en sus horizontes por altos cerros<br />

circunvecinos y muchos y espesos árboles de cedro y de nogal, era triste y solitario, principalmente<br />

desde que los habitantes del pueblo abandonaron aquellos para ir a habitar los sitios en donde hoy<br />

viven sus descendientes. Pero no podía menos de ejercer su atractivo en los espíritus.<br />

Lo mejor del edificio franciscano era la iglesia. Su fachada, sencilla de cantería, tenía un atrio<br />

pequeño de piedras sillares con pretil, más o menos semejante al de la iglesia de San Diego de Quito.<br />

Encima de la fachada se destacaba, humilde, un campanario, pequeño pero simpático de forma, que<br />

168 Itt. dio doscientos ps. para reacer el corredor grande del estanque de la Recolección de Pomasque<br />

y ayuda de enladrillar los claustros y otros reparos (1728-1731). Administración del provincial fray<br />

Buenaventura Ignacio de Figueroa ( Arch. franc. , leg. 2, N.° 2, fol. 108). ( N. del A. )<br />

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