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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
la Resurrección, San Sebastián, ocho Niños y cuatro ángeles de madera y las estatuas chicas de San<br />
Francisco y Santo Domingo, figuran en los inventarios de principios del siglo XIX.<br />
De los retablos laterales del presbiterio, quedan como indicadores de lo que fueron, cuatro nichos<br />
formados en la pared, en los cuales se encuentran las efigies pintadas de los Papas Sixto IV, Pío III,<br />
Sixto V y Alejandro IV, con sus respectivas tiras doradas, y un nicho en la pared izquierda con una<br />
estatua de San Sebastián, de regular tamaño. También adornan hoy ese presbiterio cuatro grandes<br />
cuadros de San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio y San Ambrosio y dos pequeños en mármol<br />
y en preciosas molduras, que representan dos escenas de la vida de la Virgen: su presentación en el<br />
templo y su educación. En 1813 se pasó al presbiterio el altar de San José con su nicho, arreglándole<br />
un hermoso recamarín con puertas de espejos y al frente se colocó otro altar dedicado al Señor de la<br />
Pasión. Probablemente ocuparon los retablos laterales del presbiterio 128 .<br />
El presbiterio se halla cubierto íntegramente con un artesonado mudéjar de precioso estilo y<br />
magníficamente conservado y recibe luz de una ventana lateral y tres lumbreras abiertas en el arranque<br />
de la nave central.<br />
Luego viene el cuerpo de la iglesia de estilo renacimiento, con cubierta de bóveda de medio cañón,<br />
que reposa sobre una cornisa sencilla pero elegante, y un friso dórico. Sus paredes son almohadilladas<br />
lo mismo que sus medias pilastras en ellas figuradas. La nave recibe luz de dos linternas ovaladas<br />
abiertas en la bóveda, cuyos bordes se hallan decorados con una ligera moldura tallada, y pintada de<br />
verde y oro, de la que se desprenden rayos también dorados. En las paredes se han abierto cuatro nichos<br />
de arco semicircular: dos a cada lado, para dar en ellos cabida a otros tantos altares dedicados hoy a San<br />
Diego, a San Antonio, a la Pasión de Cristo y a San Joaquín y Santa Ana. El retablo de San Diego tiene<br />
dos cuerpos. En el centro del primero hay un gran nicho en que se encuentra una muy buena estatua del<br />
Santo, genuina obra de escultura quiteña, pintada y dorada. Flanquean al nicho dos columnas por lado,<br />
entre las cuales se ven dos pequeñas telas de escaso mérito. El segundo cuerpo, que descansa sobre<br />
las cuatro columnas bajas, lo constituye un pequeño nicho, que llenan dos corazones y una paloma,<br />
flanqueado por dos espejos chicos. En 1841 se quitó el altar de tierra que tenía y se le puso uno de<br />
madera. El retablo del segundo altar es un tejido de pequeñas tablas pintadas y espejos con cornisas y<br />
molduras doradas, que se sostienen sobre la madera de que se ha forrado el nicho, sin otro fin ni objeto<br />
que el de cubrirlo para poner un fondo rico y deslumbrador a un típico Calvario, cuyo precioso Cristo,<br />
representado en la apacible tranquilidad de la muerte, contrasta con la loca desesperación de la cara<br />
128 Archivo franciscano, leg. 40, lib. 1, N.º 6.º. ( N. del A. )<br />
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