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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
Largo tiempo permanecieron aquellas torres con sólo un tejado provisional basta que en 1892<br />
fue llamado a reconstruirlas el arquitecto quiteño señor Pedro Aulestia, a quien hemos de nombrar<br />
muchas veces en el curso de nuestra obra. Examinado que hubo el sitio en que debía reedificar la<br />
parte destruida de las torres, vio que era muy difícil y expuesto el reponerlas a su primitivo estado:<br />
los muros habían sufrido no poco y casi eran una amenaza al público, tanto que mediante llaves de<br />
hierro y algunas operaciones atrevidas pudo reconstruir, al menos parcialmente, las que un tiempo<br />
fueron de las más altas torres de la ciudad de Quito. Se arregló el primer cuerpo que no es hoy sino un<br />
conjunto de pilastras del orden compuesto, pero completamente sencillo, dejando las cuatro aberturas<br />
para el servicio de las campanas y haciendo en la parte superior cuatro lumbreras de ojo de buey para<br />
reloj. El segundo cuerpo, tan hermoso y decorativo, desapareció por completo y al gracioso, delicado<br />
y esbelto remate del tercero, sustituyó la actual cúpula piramidal que en su vértice recibe una estatua:<br />
de San Francisco en la una y de San Pedro en la otra.<br />
Antes, en los primeros tiempos, los frailes habían tenido buen cuidado de dotar al público de un<br />
reloj y para este efecto fabricaron de azulejos cuatro preciosos relojes de sol y los colocaron en el<br />
segundo cuerpo de la fachada: precisamente en los frentes visibles de la mole, debajo de la cornisa de<br />
barbacanas y encima de los tímpanos. Como siempre, manos profanas que blanquearon toda aquella<br />
parte del edificio, cubrieron también con cal esos relojes y ahora apenas se los distinguen, aunque sin<br />
agujas. Ni hacen falta, dirán nuestros civilizados : ¡esos relojes han sido ventajosamente sustituidos<br />
por el relativamente moderno de campana que se halla en la torre de la izquierda!<br />
Cuando recién se concluyó esta fachada debió de aparecer maravillosa y rica. Pruébanlo el oro<br />
que aún se conserva entre los resquicios de las piedras labradas y las ménsulas de la cornisa inferior.<br />
Pruébanlo también la delicadeza y prolijidad con que se ha ejecutado el más pequeño detalle y el<br />
amor solícito que no ha escatimado la paciencia para incrustar una piedra, en otra y formar esa curiosa<br />
decoración en el basamento del primer cuerpo.<br />
***<br />
Penetremos al templo.<br />
Una mampara moderna compuesta de una gran puerta central de dos hojas y dos laterales de una<br />
sola, oculta su interior a la mirada del que permanece afuera. La puerta principal de esta mampara se<br />
halla decorada por uno y otro lado con dos cuadros al óleo pintados por Rafael Salas antes de su viaje<br />
a Europa, allá por el año de 1870. Deben ser copias de dos láminas religiosas: la una representa la<br />
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