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Contribuciones a la Historia del Arte en Ecuador. Volumen I<br />
claustro, una Virgen con el Niño, hecha de mano maestra y una colección de pequeños cuadritos, con<br />
escenas de la Historia Sagrada, muy bien tocados, pero también muy destruidos.<br />
En las paredes de los claustros altos se encuentran también algunos cuadros de grande, absoluto<br />
e indiscutible mérito. Al lado de la entrada al coro, distinguimos un San buenaventura de Miguel<br />
de Santiago, que nos recuerda a los tres Doctores de la Iglesia, que hizo este insigne maestro para<br />
el convento de San Agustín; una Santa en actitud llorosa, que a pesar de sus cejas duras y sus<br />
manos débilmente ejecutadas, tiene un estilo interesante y una cabeza muy bien pintada, un San<br />
Antonio verdaderamente magnífico, dos ángeles y dos cuadros de la Ascensión del Señor y de la<br />
Asunción de la Virgen, que, en medio de su deterioro, revelan claramente su inmenso y absoluto<br />
valor artístico. En la celda que era de los obispos, hay también un San Antonio, un Ecce Homo y una<br />
Dolorosa, verdaderamente clásicos. Hay también otras pinturas, como una Santa María Egipciaca, un<br />
San Francisco penitente, un San Pedro de Alcántara; pero de escaso o ningún mérito.<br />
En las escaleras encontramos un cuadro retocado de la Flagelación, una Dolorosa con dos ángeles,<br />
un Cristo pintado y recortado sobre madera, un retrato del padre Aguirre, ejecutado por Ramón Salas,<br />
un San Jerónimo penitente y uno simbólico de la Virgen, cuyo busto se destaca sobre una fuente de<br />
agua y lleva esta inscripción: «La que desde su origen llena de gracia la derrama por todas partes<br />
con abundancia» .<br />
El segundo claustro es más o menos de igual tamaño que el primero y no debió distinguirse de este<br />
sino por su pila de piedra labrada que ocupa el centro del patio, en lugar del humilladero que se halla<br />
en el anterior. Sus celdas se llamaban en sus primitivos tiempos, las amarillas, porque se hallaban sin<br />
duda pintadas de amarillo. Hoy la diferencia entre los dos claustros es de alguna importancia, desde<br />
que el segundo aún conserva intactas sus preciosas bóvedas, que el primero perdió con el terremoto<br />
del 68. Conserva también en una de las alas del cuerpo superior, la muestra de la manera cómo fue su<br />
arquitectura. En efecto los claustros altos no eran cerrados de la manera sencilla como lo están ahora,<br />
sino con arcos los del primer patio y con ventanas los del segundo, siendo los macizos de separación<br />
de estas ventanas, decorados geométricamente con figuras, a modo de cartelas, tales como vemos en<br />
una de las paredes del segundo patio.<br />
En este segundo claustro se halla el refectorio y la sala de Profundis con sus bancos o poyos de<br />
ladrillo y sus mesas de cedro sobre pilares de piedra. En la sala de Profundis hay un Calvario pintado<br />
sobre lienzo, hermosísimo, casi de tamaño natural, una cabeza de un monje digna de Zurbarán y<br />
el retrato de un cardenal, obra indiscutible de Miguel de Santiago, que es toda una maravilla. Son<br />
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