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los refrigeradores. Pronto comprobé que Harey no<br />
estaba mejor dotada que yo para cocinar o para<br />
abrir latas de conserva. Devoré el contenido de dos<br />
latas y bebí innumerables tazas de café. Harey<br />
también comía, pero como esos niños que no tienen<br />
hambre y no quieren enojar a los padres; o mejor<br />
dicho no, no se obligaba a comer; absorbía la comida<br />
de manera automática, con indiferencia.<br />
Después de este almuerzo, fuimos a la enfermería,<br />
contigua a la cabina de radio. Yo tenía un plan. Le<br />
dije a Harey que deseaba hacerle un examen médico<br />
común, y la instalé en un sillón mecánico. Retiré del<br />
esterilizador una jeringa y agujas. Conocía el sitio<br />
de todas las cosas. Durante el curso de<br />
adiestramiento en la Estación modelo, los instructores<br />
no habían descuidado nada, Harey me tendió los<br />
dedos; le extraje una gota de sangre. Extendí la<br />
sangre sobre una plaqueta de vidrio que puse en el<br />
extractor; la metí en el vacío de una cubeta e hice<br />
llover un torrente de iones de plata.<br />
Me sentía mejor; llevar a cabo una tarea familiar<br />
tenía un efecto sedante. Tendida sobre los almohadones<br />
del sillón mecánico, Harey observaba los aparatos.<br />
El zumbido del teléfono quebró el silencio;<br />
levanté el receptor.<br />
—Kelvin.<br />
Yo vigilaba a Harey. Ella seguía impasible; parecía<br />
que la aventura reciente la había agotado.<br />
Oí un suspiro de alivio.<br />
—¡Al fin!<br />
Era Snaut. Esperé, el auricular apretado a mi<br />
oreja.<br />
—Tienes una visita ¿no?<br />
—Sí.<br />
—¿Estás ocupado?<br />
—Sí.<br />
—Una pequeña auscultación ¿eh?<br />
—¿Te fastidia? ¿Se te ocurre algo mejor? ¿Una partida<br />
de ajedrez?<br />
—No seas susceptible, Kelvin. Sartorius quiere reunirse<br />
contigo, quiere que nos encontremos los<br />
tres.<br />
—¡Muy amable! —respondí, sorprendido—. Pero...<br />
—Hice una pausa, y luego continué:— ¿Estás solo?<br />
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