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delirante. No obstante, si yo estaba enfermo, podía<br />
pensar al menos que quizá me curaría, .y alentar una<br />
esperanza de liberación, esperanza a la que debía<br />
renunciar si atribuía alguna realidad a aquellas<br />
embrolladas pesadillas.<br />
Lo primero que yo podía hacer, me pareció, era<br />
idear alguna prueba —experimentum crucis— que revelase<br />
si yo en verdad había enloquecido, y era víctima<br />
de los espejismos de mi imaginación, o que mis experiencias<br />
habían sido reales, aunque parecieran absurdas<br />
e inverosímiles. Mientras daba vueltas a todo<br />
esto en mi cabeza, yo miraba el monorriel que<br />
elevaba la rampa de lanzamiento: una viga de acero<br />
de color verde pálido que corría a un metro por<br />
encima del suelo. En algunos sitios el barniz se<br />
descascaraba, desgastado por el frotamiento de los<br />
transportadores de cohetes. Toqué el acero, sentí<br />
cómo se calentaba bajo mis dedos, y lo golpeé con<br />
mis nudillos. ¿Era posible que el delirio alcanzara un<br />
nivel de realidad semejante? Sí, me respondí a mí<br />
mismo. Al fin y al cabo, ese era mi dominio, yo<br />
conocía el tema.<br />
Pero ¿era posible idear un experimento clave? No,<br />
me dije, es imposible, pues mi cerebro enfermo (si<br />
está enfermo) creará las ilusiones que yo le pida.<br />
Aun en sueños, y disfrutando de buena salud,<br />
hablamos con desconocidos, les hacemos preguntas, y<br />
escuchamos las respuestas. Además, aunque nuestros<br />
interlocutores sean en realidad creaciones de nuestra<br />
propia actividad psíquica, desarrolladas mediante un<br />
proceso seudoindependiente, mientras esos interlocutores<br />
no nos han hablado, ignoramos qué frases<br />
nos dirán. Y sin embargo, esas frases han sido<br />
formuladas por una parte distinta de nuestra mente;<br />
tendríamos que conocerlas en el instante mismo en<br />
que las pensamos para ponerlas en labios de criaturas<br />
ficticias. No importaba pues el experimento, ni el<br />
modo de llevarlo a cabo. Yo siempre podía<br />
comportarme como si estuviese soñando. Si Snaut o<br />
Sartorius no existían realmente, de nada servía<br />
hacerles preguntas.<br />
Pensé en tomar alguna droga poderosa, peyote, por<br />
ejemplo, u otra preparación que provocara alucinaciones<br />
coloreadas. Si yo luego tenía visiones, esto probaría<br />
que había vivido de veras los sucesos<br />
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