18.05.2013 Views

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—¡Oh, no! —exclamó Harey con una animación un<br />

poco forzada—. Encontraré algo para leer...<br />

Desde la víspera, me daba cuenta, se había<br />

abierto un foso entre nosotros. Hubiera tenido que<br />

mostrarme más cordial, vencer aquella apatía. Pero<br />

¿de dónde sacar fuerzas?<br />

Bajamos por la rampa que llevaba a la biblioteca;<br />

en el pequeño vestíbulo había tres puertas, unos globos<br />

de cristal que contenían flores se alineaban a lo<br />

largo de las paredes.<br />

Abrí la puerta del centro, recubierta con cuero sintético<br />

en las dos caras. Cuando entraba en la biblioteca<br />

yo siempre evitaba tocar ese tapizado. Nos recibió<br />

una agradable bocanada de aire fresco. A pesar<br />

del sol estilizado pintado en el cielo raso, la vasta sala<br />

circular no se había recalentado.<br />

Acariciando distraídamente los lomos de los libros,<br />

estaba a punto de elegir, entre todos los clásicos de<br />

Solaris, el primer volumen de Giese, deseando mirar<br />

una vez más el retrato que adornaba la portada,<br />

cuando descubrí al azar la obra de Gravinsky,<br />

un in octavo de tapas resquebrajadas, que no había<br />

visto antes.<br />

Me instalé en una butaca mullida. Harey,<br />

sentada a mi lado, hojeaba un libro; yo oía cómo<br />

volvía las páginas. El Compendio de Gravinsky, que<br />

los estudiantes consultaban como ayuda-memoria, era<br />

una clasificación alfabética de las hipótesis <strong>solaris</strong>tas.<br />

El compilador, que nunca había puesto el pie en<br />

Solaris, había examinado todas las monografías,<br />

todos los anales de expedición, las crónicas<br />

fragmentarias y las hipótesis de trabajo; incluyendo<br />

aun los comentarios ocasionales que podían leerse en<br />

las obras de planetólogos dedicadas a otros globos<br />

celestes. Había redactado un inventario donde<br />

abundaban las formulaciones simplistas, que<br />

desvirtuaban las sutilezas del pensamiento original.<br />

La obra, concebida como un proyecto enciclopédico,<br />

hoy sólo era una simple curiosidad sin importancia. El<br />

compendio de Gravinsky había aparecido veinte años<br />

antes, pero desde entonces se habían acumulado<br />

tantas hipótesis novedosas, que un solo libro no<br />

hubiera bastado para contenerlas.<br />

Recorrí el índice, casi una lista necrológica, pues<br />

sólo unos pocos de los autores citados vivían aún. En-<br />

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