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Harey abrió desmesuradamente los ojos<br />

—¿Crees que es posible?<br />

—¿Por qué no? No soy aquí un prisionero. Tendré<br />

que hablar con Snaut, ¿cuánto tiempo podrás quedarte<br />

sola?<br />

—Depende... Si pudiera oír tu voz, creo que podría<br />

serenarme.<br />

—Preferiría que no escucharas. No tengo nada que<br />

ocultarte, pero no puedo saber qué dirá Snaut.<br />

—No sigas, he comprendido. Me mantendré a una<br />

buena distancia; bastará con que reconozca tu<br />

voz.<br />

—Lo llamaré desde el taller. No cerraré la<br />

puerta.<br />

Harey asintió con un gesto.<br />

Atravesé la zona roja; por contraste, y a pesar de las<br />

lámparas, el corredor me pareció oscuro. La puerta<br />

del taller estaba abierta. Últimos rastros de los acontecimientos<br />

de la noche, las esquirlas de la garrafa<br />

Dewar brillaban bajo una hilera de tanques de oxígeno<br />

líquido. Alcé el micrófono-auricular, la pequeña<br />

pantalla se encendió, y marqué el número de la cabina<br />

de radio.<br />

Detrás del vidrio una luz azulada creció y ocupó la<br />

pantalla: Snaut me miraba de costado, apoyado en el<br />

brazo de un sillón.<br />

—Hola —dijo.<br />

—Encontré tu esquela. Quisiera hablar contigo.<br />

¿Puedo ir?<br />

—Sí, ¿ahora?<br />

—Sí.<br />

—Discúlpame, ¿vienes solo, o acompañado?<br />

—Solo.<br />

Snaut se inclinó a mirarme a través del vidrio convexo,<br />

y la frente arrugada y unas mejillas enjutas y<br />

tostadas por el sol llenaron la pantalla: un pez extraño<br />

en un acuario extraño. De pronto pareció haber llegado<br />

a una decisión.<br />

—Bueno, bueno, te espero.<br />

Cuando volví a mi cuarto, distinguí vagamente la<br />

silueta de Harey más allá de la cortina de rayos rojos.<br />

Estaba con las manos apoyadas en los brazos del sillón.<br />

¿Habría oído mis pasos demasiado tarde? Durante un<br />

segundo, la vi luchar contra aquella compulsión inexplicable,<br />

contrayendo todos los músculos, hasta<br />

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