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la puerta no alcancé a ver si la mujer negra dormía<br />
aún junto al cadáver de Gibarían. Me pareció que ya<br />
no estaba allí.<br />
Fui de depósito en depósito, y no encontré nada<br />
que me conviniese. Me sentía cada vez más<br />
deprimido. De pronto, noté que Harey no me<br />
acompañaba. En seguida reapareció; se había<br />
demorado en el pasillo. Le dolía tanto no verme, y<br />
sin embargo había intentado alejarse. Eso hubiera<br />
debido sorprenderme. En cambio me hice el ofendido<br />
—¿pero quién me había ofendido?— refunfuñando<br />
entre dientes.<br />
Me dolía la cabeza, y vacié el botiquín; no<br />
había ni siquiera una aspirina. No tenía ganas de<br />
volver a la enfermería. No tenía ganas de nada.<br />
Nunca había estado de peor humor. Harey se<br />
deslizaba como una sombra por el cuarto; de vez en<br />
cuando se retiraba a alguna parte —no sé a dónde, yo<br />
no le prestaba ninguna atención— y luego volvía.<br />
Por la tarde, en la cocina (acabábamos de comer,<br />
pero Harey, en realidad, no había probado<br />
bocado, y yo no había insistido), ella dejó su silla y<br />
vino a sentarse a mi lado. Me tocó el brazo, y gruñí.<br />
—¿Qué pasa?<br />
Yo tenía la intención de subir a la cubierta superior,<br />
pues la tubería traía los sonidos crepitantes de<br />
un aparato de alto voltaje. Pero hubiera tenido que<br />
llevar a Harey conmigo. Ya había sido difícil justificar<br />
la presencia de Harey en la biblioteca; si la<br />
veían en otra parte, en las cercanías de las máquinas,<br />
podía provocar algún comentario inoportuno de<br />
parte de Snaut. Renuncié a salir.<br />
—Kris —murmuró ella— ¿qué nos pasa?<br />
Suspiré a mi pesar; decididamente, nada era demasiado<br />
bueno desde la noche anterior.<br />
—Todo marcha muy bien. ¿Por qué?<br />
—Quisiera hablar contigo.<br />
—Bueno, escucho.<br />
—Así no.<br />
—¿Cómo? Me duele la cabeza, tú lo sabes, tengo un<br />
montón de preocupaciones...<br />
—Un poco de buena voluntad, Kris.<br />
Me obligué a sonreír; fue sin duda una pobre<br />
sonrisa.<br />
—Habla, querida mía, te lo ruego.<br />
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