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gemelos. Gibarían rechazaba las interpretaciones demasiado<br />
antropomórficas, las mistificaciones de las<br />
escuelas psicoanalíticas, psiquiátricas y<br />
neurofisiológicas que se esforzaban por descubrir en<br />
el océano síntomas de enfermedades humanas, entre<br />
otras la epilepsia (a la que atribuían las erupciones<br />
espasmódicas de las asimetríadas). Entre los<br />
defensores del Contacto, Gibarían era uno de los más<br />
prudentes y lúcidos, y condenaba las declaraciones<br />
extravagantes, en verdad cada vez más raras. Mi<br />
propia tesis de doctorado había despertado un cierto<br />
interés, y muchas resistencias. Fundándome en los<br />
descubrimientos de Bergmann y Reynolds, quienes<br />
habían conseguido aislar y "filtrar" los componentes<br />
de las emociones mas poderosas: desesperación, dolor,<br />
voluptuosidad, comparando sistemáticamente estos<br />
registros con las descargas eléctricas del océano, yo<br />
había observado ciertas oscilaciones en partes de las<br />
simetríadas y en la base de mimoides en formación<br />
que parecían curiosamente análogas. Los periodistas<br />
se habían adueñado prontamente de mi nombre,<br />
aderezándolo a veces con títulos grotescos: "La jalea<br />
desesperada" o "El orgasmo del planeta". Esta<br />
dudosa fama tuvo no obstante una afortunada consecuencia<br />
(tal había sido mi opinión hasta pocos días<br />
antes): atrajo la atención de Gibarían (quien, como<br />
es lógico, no podía leer todas las obras que se<br />
referían a Solaris) y me envió una carta. Esa carta<br />
cerró un capítulo de mi vida, y abrió otro...<br />
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