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—¿Me dirás la verdad?<br />
Fruncí las cejas; ese preámbulo no me gustaba.<br />
—¿Por qué habría de mentirte?<br />
—Tal vez tengas tus razones, razones graves.<br />
Pero si quieres que... Escucha, te diré algo, y tú me<br />
contestarás, pero no me mientas, ¿de acuerdo?<br />
Prométeme que me dirás la verdad, sin ningún<br />
subterfugio. —Yo evitaba mirarla.— Ya te lo he<br />
dicho: no sé cómo llegué aquí. Tú quizá lo sepas.<br />
¡Espera! Acaso no lo sepas. Pero si lo sabes, y no<br />
puedes decírmelo ahora, ¿me lo dirás un día,<br />
más adelante? No me sentiré peor, y en todo caso<br />
me habrás dado una oportunidad.<br />
Una sangre helada me corría por las venas;<br />
balbuceé:<br />
—¿De que estás hablando, mi niñita?... ¿Qué oportunidad?<br />
—Kris, quienquiera que yo sea, no soy sin duda<br />
una niña. Prometiste contestarme.<br />
"¡Quienquiera que yo sea!" Sentí un nudo en la<br />
garganta y miré a Harey sacudiendo<br />
estúpidamente la cabeza, como si me negase a<br />
seguir escuchando.<br />
—No te pido explicaciones. Basta que me<br />
digas que no estás autorizado a hablar.<br />
Repuse con voz ronca:<br />
—No te oculto nada...<br />
Ella se levantó.<br />
—Muy bien.<br />
Hubiera querido decirle algo. No podíamos<br />
dejarlo así. Pero yo no encontraba palabras.<br />
Harey miraba ahora por la ventana, de<br />
espaldas a mí. El océano azul-negro se extendía<br />
bajo un cielo desnudo.<br />
—Harey, si crees que... Harey, bien sabes que te<br />
quiero...<br />
—¿A mí?<br />
Me acerqué. Quise tomarla en mis brazos, pero ella<br />
me apartó.<br />
—Eres demasiado bueno —dijo—. ¿Me quieres? ¡Preferiría<br />
que me pegaras!<br />
—¡Harey, querida mía!<br />
—No, no, no digas nada más.<br />
Volvió a la mesa y recogió los platos. Yo contemplaba<br />
el océano. El sol declinaba; la sombra de la<br />
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