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peso del cuerpo; la marcha no le había<br />

endurecido la piel, intacta y tersa como en las<br />

manos o en los hombros.<br />

Tuve que esforzarme de veras para atreverme a tocar<br />

ese pie desnudo. Hice entonces otra comprobación<br />

inverosímil: ese cuerpo, abandonado en una cámara<br />

congeladora, ese falso cadáver vivía y se movía.<br />

La mujer había retirado el pie, como un perro dormido<br />

cuando uno intenta tomarle una pata.<br />

"Se va a helar..." pensé confusamente. Pero la<br />

carne estaba tibia y yo había creído sentir en las<br />

yemas de los dedos el latido regular del pulso.<br />

Retrocedí, el cortinado cayó, y huí precipitadamente.<br />

Fuera de la gruta blanca, el calor me pareció sofocante.<br />

Avancé por el corredor y subí la escalera, que<br />

me llevó nuevamente a la plataforma exterior.<br />

Me senté sobre las argollas de un paracaídas plegado<br />

y me tomé la cabeza entre las manos. Me sentía<br />

abrumado. Las ideas se me escapaban: imposible retenerlas,<br />

caían resbalando por una abrupta<br />

pendiente... ¿Qué me ocurría? Si la razón flaqueaba,<br />

cuanto antes perdiera la conciencia mejor que mejor.<br />

La idea de una extinción inmediata despertó en mi<br />

una esperanza inexpresable, irrealizable.<br />

No valía la pena ir en busca de Snaut o Sartorius,<br />

nadie podía comprender plenamente lo que yo acababa<br />

de vivir, lo que había visto, lo que había tocado<br />

con mis propias manos. Había una única explicación,<br />

una única salida: la locura. Sí, era eso, desde mi llegada<br />

aquí me había vuelto loco. Las emanaciones del<br />

océano me habían atacado el cerebro; las alucinaciones<br />

se sucedían; de nada servía que tratara de resolver<br />

enigmas ilusorios. Tenía que solicitar auxilio<br />

médico, llamar por radio al Prometeo o alguna otra<br />

nave, enviar un S.O.S.<br />

Un cambio inesperado se operó en mí: el<br />

pensamiento de que me había vuelto loco me<br />

devolvió la calma.<br />

Sin embargo, yo había oído claramente las<br />

palabras de Snaut... Si era que Snaut existía, y si<br />

yo había hablado alguna vez con él. Era posible que<br />

las alucinaciones hubieran comenzado mucho antes.<br />

¿Me encontraba quizá a bordo del Prometeo? Una<br />

enfermedad mental me había atacado de pronto, y yo<br />

enfrentaba ahora las creaciones de un cerebro<br />

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