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contorno; gravitadores encargados de compensar las<br />

fuerzas de atracción la mantienen a una altura de<br />

entre quinientos y mil metros por encima del<br />

océano. Además de todos los aparatos de que<br />

disponen las estaciones ordinarias y los grandes<br />

sateloides de los otros planetas, la Estación Solaris<br />

está equipada con radares especiales, sensibles al<br />

más mínimo cambio en la superficie del océano, y<br />

conectados a un circuito energético auxiliar capaz de<br />

llevar el disco de acero a la estratosfera, en cuanto<br />

aparecen los signos precursores de una nueva<br />

construcción plasmática.<br />

Pero hoy, no obstante la presencia de nuestros<br />

fieles "visitantes", la Estación estaba singularmente<br />

despoblada. Desde que los robots fueran encerrados<br />

en los depósitos del nivel inferior —por una razón<br />

que yo ignoraba aún—, uno podía ir de un lado a<br />

otro por las cubiertas de este buque fantasma sin<br />

tropezarse con nadie; la tripulación había<br />

desaparecido y las máquinas continuaban<br />

funcionando.<br />

Cuando devolví a su estante el noveno volumen<br />

de la monografía de Giese, me pareció que el suelo<br />

de acero, revestido de plástico, había vibrado bajo<br />

mis pies. Me detuve un momento, pero la<br />

vibración no se repitió. Como la biblioteca estaba<br />

completamente aislada de las otras salas, esa<br />

vibración sólo podía tener un origen: la partida de<br />

un cohete. Este pensamiento me devolvió a la<br />

realidad. Todavía no me había decidido a dejar la<br />

Estación, como lo deseaba Sartorius. Simulando<br />

aprobar el plan, ya estaba postergando la iniciación<br />

de las hostilidades, pues había decidido salvar a<br />

Harey. ¿Pero tenía Sartorius alguna posibilidad de<br />

éxito? De cualquier modo, era físico, y conocía<br />

bien el problema, mientras que yo, paradójicamente,<br />

sólo podía contar con la superioridad del océano.<br />

Durante una hora me afané en el estudio de los<br />

microfilms, tratando de comprender la física de los<br />

neutrinos a través de un lenguaje matemático que no<br />

me era familiar. Al principio, la empresa me pareció<br />

sin esperanzas; no había menos de cinco teorías<br />

sobre los campos de neutrinos, signo evidente de que<br />

ninguna era definitiva. Sin embargo, al fin conseguí<br />

desbrozar una parcela de terreno bastante promisoria.<br />

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