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LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...

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Azcoítia y el padre Azócar. De este modo, el realismo en el sentido amplio del término,<br />

al que se opone acerbamente el Mudito, alude, entre otras cosas, a la mentalidad propia<br />

del orden patriarcal.<br />

Para concluir con el análisis de esta escena, no podemos dejar de notar otro<br />

rasgo perverso que acompaña a la sexualidad: el voyerismo del Mudito, quien se<br />

refocila observando cómo otros –¿él mismo?– tienen sexo con la Iris, embebido en la<br />

creencia de que su identidad permanece “pegada” al disfraz del Gigante, tanto como la<br />

“identidad” del Gigante permanece con él. Nuevamente, la manera como se describe la<br />

situación neutraliza hasta cierto punto la perversidad –como antes fue neutralizado lo<br />

monstruoso–. Hay un aspecto lúdico innegable, infantil, un juego de máscaras: en el<br />

disfraz del Gigante ha quedado impregnada la identidad del Mudito, y el Mudito<br />

despojado del disfraz ha quedado impregnado de la “identidad” del Gigante. Lo infantil<br />

consigue con la perversidad lo mismo que produjo en esta misma escena con lo<br />

monstruoso; se trastocan los límites, pero la transgresión se ve atenuada.<br />

Tras haber discurrido acerca de estos episodios que involucran al Mudito y a la<br />

Iris Mateluna, aflora una pregunta obvia acerca del hilo argumental: ¿Por qué el Mudito<br />

urdió todo este plan para dejar embarazada a la Iris? Como hemos visto, tras haber<br />

mantenido relaciones por un tiempo con la Iris, el Mudito deja –conforme a sus planes–<br />

que la reputación de prostituta de la adolescente se extienda por todas partes, y Don<br />

Jerónimo de Azcoítia, un poderoso oligarca y antiguo patrón del Mudito cuando este era<br />

Humberto Peñaloza –una de sus “encarnaciones”–, arriba a este barrio pobre de<br />

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