LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...
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habita en la ciudad de Santiago de Chile en la primera mitad del siglo XX; podríamos<br />
llamarlo, como lo hacen Don Jerónimo y Emperatriz en dos sendos pasajes de la novela,<br />
un “roto”. Entonces, una pregunta obvia se desprende de inmediato: ¿Cómo puede un<br />
personaje de este tipo verse a sí mismo –un individuo al que nada singulariza– como la<br />
encarnación –en una novela en que pululan un sinnúmero de personajes y ambientes<br />
claramente monstruosos y bizarros– del súmmum de la monstruosidad, que es, en cierto<br />
sentido, la singularidad misma? Aunque aquí habría que dejar sentado que muchas de<br />
las monstruosidades de las que está plagado el discurso de la locura surgen de la<br />
singular mirada que despliega nuestro narrador, verdadero creador de mostruosidad,<br />
pero así y todo la pregunta sigue en pie.<br />
Una primera explicación a esta interrogante la podemos encontrar en un<br />
argumento que desarrollamos en el capítulo anterior a la luz del ensayo titulado The<br />
Uncanny de Sigmund Freud. Señalamos, a propósito del periodista miope y, sobre todo,<br />
del León de Natuba –personajes con deformidades físicas– que las vivencias<br />
traumáticas de la infancia –originadas por el abierto repudio que experimentaron desde<br />
temprana edad por su apariencia excepcional– dan vida a un cúmulo de ásperas<br />
emociones. Este cúmulo de emociones es el trauma propiamente dicho, el cual se cobija<br />
en el cuerpo y conforma la monstruosidad interna. En nuestra argumentación, fuimos<br />
develando estas emociones espaciadamente, y aquí las reunimos: un miedo incesante y<br />
voraz –provocado por la impresión de ser vulnerable, frágil y débil psicológicamente<br />
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