LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...
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Mudito que ha encarnado en el niño milagroso y más tarde en el imbunche, se ha<br />
desvanecido, todo se ha consumido, la negación ha llegado a su extremo. El camino<br />
hacia la negación final ha debido pasar por la extraña maternidad –una de carácter<br />
transgresor, porque rompe el molde del realismo– que representan las viejas de la Casa.<br />
Ancianas que ya no pueden ser madres, están completamente desquiciadas por poseer al<br />
niño, ya que él es para ellas una posesión, el objeto de su deseo. Lo codician porque él<br />
puede liberarlas –llevándolas al cielo– de los padecimientos de su ancianidad. Para<br />
aprisionar su preciosa posesión la recubren de sacos. Ellas lo desean solo para sí. Pero<br />
en este mundo de silencio el Mudito vuelto ahora el imbunche recobra el control<br />
completo de sí mismo, el poder, pues ya no desea más, ya no necesita más de los otros,<br />
se satisface consigo mismo y con un eterno presente. Los otros son el infierno –la<br />
novela dice: “soy libre frente a esta mujer libre: el infierno” (527) – porque provocan el<br />
deseo y desear inevitablemente conduce al sufrimiento. No se puede saciar lo que es por<br />
definición insaciable, el deseo no posee límites. Bajtin, en referencia al carnaval, decía<br />
que los orificios y las protuberancias del cuerpo son los que nos ponen en contacto con<br />
otros cuerpos o con la naturaleza; el imbunche es justamente su opuesto, es quien carece<br />
de contacto con los otros y con el mundo, sus orificios están cerrados y se encuentra<br />
embutido en saco tras saco. Si el carnaval es la celebración de la fecundidad y del ciclo<br />
vital, el imbunche es cesación de todo deseo, la vida prisionera en un receptáculo, libre<br />
del tiempo, libre de las transformaciones, libre del miedo y libre del devenir. Pero al<br />
hallarse alejado de todo lo exterior, el imbunche no puede permanecer y termina por<br />
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