LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...
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nacimiento de su hijo, y de la misma manera consigue exorcizar el poder disolvente de<br />
lo monstruoso situándolo en un mundo signado por un orden que en parte trata de<br />
remedar el caos.<br />
Por último, si bien hemos afirmado anteriormente que el discurso de la locura en<br />
esta novela está profundamente impregnado de emociones, habría que aclarar que estas<br />
no incluyen el amor u otras emociones que tradicionalmente se conciben como positivas<br />
o exentas de egoísmo. Aunque, para ser exactos, el amor no está completamente ausente<br />
de la novela, porque se lo advierte en la corta relación entre Zoila Blanca Rosa y el<br />
joven poeta Humberto Peñaloza. Sin embargo, Rubí Carreño Bolívar considera que esta<br />
relación es más bien un eco del “discurso oficial del amor”, “de ‘la verdad verdadera’<br />
de lo que pasa entre los géneros (sic) sexuales” según “el discurso hegemónico” (122).<br />
Este amor constituye una débil excepción si lo confrontamos con las otras relaciones<br />
eróticas que desfilan por la novela, en las que a todas luces prima el afán del hombre o<br />
de la mujer de ejercer la posesión y el dominio –que evidentemente tienen ecos políticos<br />
y sociales– sobre el hombre o la mujer a través de su cuerpo. Generalmente, es la ley<br />
patriarcal la que busca imponerse en la relación erótica sobre el cuerpo de la mujer,<br />
como en el caso de Don Jerónimo e Inés de Azcoítia, pero bien puede ser la mujer la<br />
que haga uso del sexo como una fuente de poder, como lo hace la Iris Mateluna en una<br />
de las escenas que hemos estudiado anteriormente o en el terror que despierta el sexo de<br />
la Peta Ponce en el Mudito.<br />
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