LO MONSTRUOSO EN DOS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS: UNA ...
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como un niño–, la sensación de estar aislado, de ser un individuo rechazado, y la clara<br />
certeza de no ser amado ni aceptado por los otros.<br />
Ya hemos visto que la apariencia física de Humberto Peñaloza no es nada<br />
excepcional; sin embargo, según podemos advertir en el discurso de la locura de la<br />
novela, él experimenta todos los síntomas que caracterizan a la monstruosidad interna.<br />
Un miedo que le hiela las entrañas, la angustia de ser débil y vulnerable, y la certeza de<br />
ser despreciable ante los ojos de lo otros. ¿De dónde surge, entonces, el estado<br />
psicológico en que se halla sumido Peñaloza y que es una parte fundamental del<br />
discurso de la locura? La novela discurre que en su infancia lo marcan sobremanera las<br />
profundas angustias pequeño burguesas que acucian a su padre –obsesionado con ser<br />
alguien, es decir, un caballero de sociedad–, y esta influencia lo va socavando, lo va<br />
traumatizando, y, en un extraño proceso de convencimiento, va sobreponiendo sobre sí<br />
mismo una máscara: la opresiva imagen de ser ridículo, ínfimo y débil, y, por ende, su<br />
psicología termina colmándose de una abrumadora y enfermiza autocompasión.<br />
Sí, papá, sí se puede, cómo no, se lo prometo, le juro que voy a ser<br />
alguien, que en vez de ese rostro triste sin facciones de los Peñaloza voy<br />
a adquirir una máscara magnífica, un rostro grande, luminoso, sonriente,<br />
definido, que nadie deje de admirar. Y como compadeciéndome de mi<br />
empresa inútil, mi madre levantaba la vista por un segundo para<br />
mirarme, y luego la volvía a concentrar en la enagua de alguna ricachona<br />
de barrio que estaba remendando. Alguien. Ser alguien. Mi madre supo<br />
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